El clamor por la verdad vuelve a resonar en Beirut: un hermano de víctima habla antes de la visita del Papa León XIV al lugar de la explosión
3 de diciembre del 2025
Cuando el Papa León XIV se disponga a orar ante los restos del puerto de Beirut —epicentro de la devastadora explosión del 4 de agosto de 2020— no sólo estará visitando un sitio marcado por la tragedia, sino también entrando en el corazón herido de un país que sigue reclamando justicia. Entre quienes esperan ese momento con especial emoción se encuentra William Noun, hermano de una de las víctimas mortales y hoy una de las voces más firmes en la lucha contra la impunidad. Para él y para miles de familias, la presencia del Pontífice representa un rayo de esperanza, un eco renovado del compromiso moral que inició el Papa Francisco y que ahora podría encarnarse de nuevo en una visita que el Líbano aguarda con lágrimas, memoria y un profundo anhelo de verdad.
“La llegada de León XIV al puerto de Beirut devuelve al mundo el clamor de un país que no se resigna al silencio y sigue luchando por la verdad, la justicia y la esperanza.”
Un país marcado por una herida abierta: entre el recuerdo, la destrucción y la esperanza
Beirut revive estos días uno de los capítulos más oscuros de su historia reciente. Los silos destruidos del puerto —aún en pie como testigos mudos— recuerdan la mayor explosión no nuclear de la era moderna, que dejó más de 250 muertos, miles de heridos y barrios enteros arrasados, muchos de ellos poblados mayoritariamente por cristianos. La escena que vivieron los supervivientes continúa grabada en su memoria: calles teñidas de sangre, edificios destruidos, llantos incontenibles y un silencio denso, como si la ciudad hubiese dejado de respirar.
La magnitud de la devastación, unida a la crisis económica y política que ya paralizaba al país, sumió al Líbano en un desánimo colectivo sin precedentes. Sin embargo, en medio de la ruina, surgió una ola de solidaridad internacional. El Vaticano estuvo entre los primeros en actuar: el Papa Francisco envió inmediatamente una donación de 250.000 euros para los esfuerzos de emergencia, y en los meses siguientes multiplicó sus gestos de cercanía, ofreciendo apoyo espiritual y moral a las familias de las víctimas.
Entre quienes viajaron a Roma para encontrarse con él estuvo William Noun. Su hermano Joe, líder de un movimiento juvenil católico, murió en la explosión. “Francisco escuchaba como si fuera su propio hijo”, recuerda. El Papa bendijo al bebé que su esposa llevaba en el vientre y pidió que regresaran cuando naciera; sin embargo, su muerte impidió que ese reencuentro llegara a producirse. Ahora, con la visita del Papa León XIV, Noun ve una nueva oportunidad: la posibilidad de que su hijo reciba una bendición en el mismo país que les arrebató a sus hermanos, y la posibilidad de que el mundo vuelva a mirar hacia Beirut.
“La justicia es un derecho”: el testimonio de quienes se niegan a abandonar la lucha
Han pasado más de cinco años desde la tragedia y la investigación no avanza. Para Noun y para las familias de los 235 fallecidos, el tiempo no ha traído respuestas; sólo ha reforzado la convicción de que la verdad está siendo deliberadamente obstruida. El origen de la explosión —2.750 toneladas de nitrato de amonio mal almacenado durante años— sigue envuelto en interrogantes: ¿accidente, ataque, sabotaje? Nadie lo sabe con certeza.
En su conversación con ACI MENA, Noun no deja lugar a dudas: el bloqueo de la investigación es político. “La justicia es un derecho; llegue cuando llegue, nadie puede renunciar a ella”, afirma con firmeza. Señala especialmente la interferencia de Hezbollah, que desde los primeros días insistió en descartar de plano cualquier responsabilidad externa y, según él, impulsó tácticas para neutralizar al juez instructor, paralizar el gobierno y presionar a las familias para silenciar sus reclamaciones.
“Se necesitarían horas para explicar todo lo que hicieron en público, y aún más para lo que sucedió a puerta cerrada”, comenta Noun. Sus palabras son el reflejo de una lucha desigual: intimidaciones, campañas de difamación, incluso agresiones. Pero él no ha cedido. A pesar de los ataques y del riesgo personal, continúa exigiendo justicia, acompañado por cientos de familias que se niegan a permitir que la tragedia caiga en el olvido. Para él, la visita del Papa es más que un gesto de consuelo espiritual: es una oportunidad para que la diplomacia vaticana —respetada incluso entre quienes no comparten la fe católica— vuelva a presionar ante un sistema político incapaz de ofrecer respuestas. “La voz del Papa puede atravesar presiones que ningún ciudadano podría superar”, asegura.
Una visita que puede reabrir interrogantes: la dimensión espiritual, política y social del gesto de León XIV
El Papa León XIV llegará al puerto para rezar, pero su presencia lleva consigo una carga simbólica y moral de enorme impacto. Los libaneses lo saben, y las familias de las víctimas también. El Vaticano, que ha seguido de cerca la investigación desde 2020, conoce la complejidad del entramado político y las divisiones internas del país. Por eso, la visita no es un acto meramente ceremonial: sitúa el tema nuevamente en el escenario internacional, en un momento en el que muchos esperaban que se apagara la presión.
Entre las peticiones dirigidas al Papa está una especialmente llamativa: el P. Dany Dergham, sacerdote maronita, pidió a través de redes sociales que el Pontífice solicite a las potencias internacionales imágenes satelitales del momento exacto de la explosión. Para las familias, esas imágenes podrían revelar lo que nadie ha querido esclarecer: quién fue responsable de la tragedia que destrozó sus vidas. Pero la expectativa no se reduce a la explosión. Noun insiste en que la visita del Papa también debería servir para llamar la atención sobre la urgencia de preservar la presencia cristiana en el Líbano.
La emigración masiva, alimentada por la crisis económica y la falta de horizontes, está vaciando los pueblos cristianos y amenazando el delicado equilibrio que permitió al país convertirse en un símbolo único de convivencia en Oriente Medio. Para él, la Iglesia tiene un papel esencial: sostener escuelas, ofrecer apoyos sociales y crear oportunidades que permitan a los jóvenes quedarse. “Los cristianos no pueden sobrevivir sin un Estado fuerte”, afirma. Las tensiones con Hezbollah, cada vez más evidentes, ponen en riesgo ese equilibrio. Y por eso —explica— la visita del Papa al puerto no es sólo una visita. Es un acto que puede devolver dignidad a las víctimas, visibilidad a la causa y esperanza a un país que, aunque herido, no ha dejado de resistir.
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