León XIV culmina su visita a Turquía con un fuerte impulso al ecumenismo y aterriza en Líbano clamando por paz, memoria sanada y esperanza para los jóvenes
2 de diciembre del 2025
En una jornada intensa, marcada por símbolos de unidad y llamados a la reconciliación, el Papa León XIV cerró este domingo 30 de noviembre la primera parte de su viaje internacional en Turquía y emprendió vuelo hacia Beirut. Tras encuentros históricos con líderes cristianos de Oriente, gestos profundos de fraternidad y una liturgia compartida en la sede del Patriarcado Ecuménico, el Pontífice llegó al Líbano con un mensaje claro: sin sanar la memoria ni trabajar por la paz, ningún pueblo puede levantarse. La visita de León XIV, esperada con fervor en un país herido por crisis continuas, buscó renovar la esperanza de un pueblo que, durante horas bajo la lluvia, salió a las calles para saludarlo.
“Entre Estambul y Beirut, León XIV renovó su compromiso con la unidad de los cristianos y clamó por una paz nacida de la memoria sanada y la esperanza compartida.”
Un día decisivo en Turquía: ecumenismo, veneración y unidad cristiana
La jornada comenzó en Estambul con un encuentro profundamente significativo entre el Papa León XIV y Su Santidad Karekin II, Patriarca de la Iglesia Apostólica Armenia. En la sede patriarcal, tras un momento de oración, el Papa agradeció el “valiente testimonio cristiano del pueblo armenio”, recordando que su historia está marcada por la fidelidad a Cristo incluso en circunstancias dramáticas.
León XIV subrayó que la unidad entre cristianos “nunca debe confundirse con absorción o dominio”, sino que es fruto del intercambio generoso de los dones que el Espíritu Santo ha depositado en cada tradición eclesial. Citó incluso a Nerses IV Shnorhali, uno de los grandes impulsores de la reconciliación entre Iglesias orientales y Roma, recordando que su ejemplo debe inspirar los pasos actuales hacia la comunión plena.
Después del intercambio de presentes, el Papa se dirigió a la Iglesia Patriarcal de San Jorge, sede del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla, donde Bartolomé I presidió una solemne Divina Liturgia. León XIV participó en un ambiente de profunda reverencia, sentado en un lugar destacado, como signo de respeto hacia la tradición ortodoxa. La iglesia, erigida en 1720 sin cúpula —por la restrictiva normativa otomana que reservaba ese privilegio a las mezquitas—, alberga reliquias de santos venerados en la antigua Constantinopla. Al finalizar, el Papa bendijo una placa con los nombres de todos los Pontífices que han visitado la Catedral Apostólica Armenia, gesto que homenajeó la continuidad histórica entre las Iglesias.
En su homilía, Bartolomé I recordó que la visita del Obispo de Roma “no es un acto ceremonial”, sino un testimonio concreto de la voluntad de caminar hacia la plena unidad. No eludió, sin embargo, las dificultades doctrinales que persisten, como la cuestión del filioque y la infalibilidad papal, pero insistió en que ambas partes avanzan con respeto, sinceridad y esperanza.
Primer discurso en Beirut: memoria, justicia y jóvenes que no deben abandonar su tierra
Después de despedirse de Turquía, León XIV abordó un vuelo rumbo a Beirut. En el avión, confirmó a los periodistas su deseo de convocar a todos los líderes cristianos en Jerusalén en el año 2033, con motivo del segundo milenio de la Resurrección de Cristo. Un gesto de enorme calado simbólico que busca que las Iglesias celebren juntas el acontecimiento central de la fe cristiana.
A su llegada al Líbano, el Pontífice fue recibido por el presidente Joseph Aoun, de tradición maronita, según establece la Constitución libanesa. En el Palacio Presidencial, el Santo Padre advirtió que ningún proceso de paz puede construirse sin “sanación de la memoria” ni sin un acercamiento sincero entre quienes han sufrido injusticias. “Quien no sana su memoria queda prisionero de su propio dolor”, afirmó con firmeza.
El Papa recordó que el país aún lleva las cicatrices de la explosión del puerto de Beirut de 2020, un desastre que dejó 235 muertos y cuyas investigaciones permanecen paralizadas, sembrando frustración entre las familias. Allí, frente a autoridades civiles y religiosas, León XIV llamó a un proceso profundo de reconciliación.
Los cristianos libaneses, que representan actualmente un tercio de la población —frente al 51% que alcanzaban en 1932—, salieron a las calles, desafiando la lluvia, para saludar al Papa en su recorrido en papamóvil. El Pontífice destacó especialmente a quienes deciden permanecer en su tierra “aunque ello suponga sacrificio, incertidumbre o pobreza”, calificando su testimonio como un acto heroico. León XIV planteó preguntas que interpelaron a toda la nación: “¿Cómo hacer para que los jóvenes no se sientan obligados a emigrar? ¿Cómo ofrecerles un futuro que no los expulse de su tierra?”.
Líbano, cruce de pueblos y reto para la paz: un llamado urgente a salvar la convivencia
El presidente Aoun, en su discurso, destacó que la convivencia entre musulmanes y cristianos es el corazón mismo del país. Advirtió que la desaparición de uno de los grupos pondría en riesgo el equilibrio nacional y desestabilizaría toda la región. “Si los cristianos desaparecen del Líbano, se derrumba la ecuación; si los musulmanes caen, se rompe la moderación”, afirmó con énfasis.
Para León XIV, Líbano es un “laboratorio de convivencia”, un país donde diversas confesiones —sunitas, chiitas, maronitas, ortodoxos, melquitas y otras— han logrado mantener un delicado equilibrio, a pesar de décadas de conflictos. El Papa llegó en un momento especialmente tenso, apenas una semana después de la muerte del comandante militar de Hizbulá por un ataque israelí. El Pontífice recordó la devastación dejada por los conflictos de 2006 y 2024 y apeló a anteponer “el objetivo de la paz a todo lo demás”.
“Ser artesanos de paz —dijo— no es una tarea fácil; se desarrolla en medio de tensiones geográficas, históricas y espirituales. Pero la paz nunca debe identificarse con el nacionalismo ni con intereses particulares.”
Frente a las autoridades libanesas, insistió en que la paz solo puede nacer de la verdad, de la justicia y del respeto entre comunidades; jamás del miedo o la imposición.
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