El “otro lugar” del milagro guadalupano: la historia olvidada donde se estampó la imagen de la Virgen de Guadalupe
11 de diciembre del 2025
Cada diciembre, millones de peregrinos fijan su mirada en el Cerro del Tepeyac, cuna espiritual de México y hogar del acontecimiento guadalupano.
Sin embargo, pocos conocen que el prodigio más impresionante —la estampación milagrosa de la imagen en la tilma de San Juan Diego— no ocurrió en el Tepeyac, sino en un sitio hoy casi borrado de la memoria colectiva: la antigua residencia episcopal de Fray Juan de Zumárraga, en pleno corazón de la Ciudad de México.
Allí, en un espacio que ya no conserva su forma original, quedó impresa para siempre la imagen que cambiaría la historia de un continente.
“El milagro guadalupano no nació solo en el Tepeyac, sino en el corazón de un lugar hoy casi olvidado, donde la Virgen estampó para siempre su presencia.”
El milagro que no sucedió en el Tepeyac: la casa donde el cielo tocó la tierra
La tradición guadalupana narra con belleza y precisión cómo, en diciembre de 1531, la Virgen María se apareció cuatro veces a San Juan Diego pidiéndole la construcción de una “casita sagrada” al pie del Tepeyac. Como prueba para el obispo, la Señora del Cielo hizo brotar rosas frescas en pleno invierno, en un cerro árido donde jamás florecían.
Pero el prodigio decisivo —la aparición de la imagen— tuvo lugar lejos del cerro.
Fue
en la residencia episcopal, cuando Juan Diego desplegó su tilma ante Fray Juan de Zumárraga, que la imagen quedó grabada de manera inexplicable. Aquella sencilla prenda de maguey se convirtió, en un instante, en testimonio visible de la intervención divina. Tras la estampación, la tilma permaneció en ese mismo lugar bajo resguardo del obispo, mientras se levantaba la primera ermita en el Tepeyac, origen del santuario mariano más visitado del mundo. El sacerdote e investigador P. José de Jesús Aguilar ha insistido recientemente en rescatar esta memoria casi perdida: “Muchos saben que la Virgen se apareció en el Tepeyac, pero pocos conocen dónde ocurrió el milagro de la estampación”.
El Antiguo Palacio del Arzobispado: un tesoro espiritual oculto entre los muros del Centro Histórico
La casa donde vivió Zumárraga —conocida entonces como la Casa de Medel— fue adquirida por el primer obispo de México en 1529, cuando la Catedral aún estaba en construcción. Años después, aquel solar se convirtió en el Antiguo Palacio del Arzobispado, uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad. Sin embargo, su apariencia actual dista mucho de la que conoció Juan Diego.
La historia del palacio es compleja:
- 1629: una enorme inundación dañó severamente la construcción.
- Siglo XVIII: los arzobispos Pérez de Lanciego y Vizarrón emprendieron ampliaciones y reconstrucciones profundas que modificaron por completo el inmueble.
- Siglo XIX: las Leyes de Reforma obligaron a la Iglesia a abandonarlo; el edificio pasó a manos civiles y sirvió como sede de diversas instituciones públicas.
Hoy, con su fachada roja y sus inscripciones en latín tomadas del Apocalipsis, el edificio funciona como Museo de la Secretaría de Hacienda. Aunque su belleza arquitectónica permanece, casi nadie imagina que en ese lugar sucedió uno de los milagros más importantes de la historia de la evangelización en América.
“Es el mismo sitio, aunque no la misma construcción”, explicó el P. Aguilar, recordando que el paso del tiempo transformó la estructura, pero no el valor espiritual del lugar donde la Virgen estampó su presencia.
Un esfuerzo por recuperar la memoria del milagro: esculturas, intentos frustrados y la búsqueda de un reconocimiento
Consciente del profundo significado del lugar, la Arquidiócesis de México intentó hace unos años devolverle su identidad espiritual. Se encargó la realización de una escultura que representara a Juan Diego y a Fray Juan de Zumárraga, obra que fue bendecida por San Juan Pablo II con el deseo de que se colocara en algún espacio del antiguo palacio episcopal.
Sin embargo, las autoridades civiles no permitieron su instalación.
La escultura terminó colocada a un costado de la Catedral Metropolitana, un sitio que, aunque digno, “pierde su sentido”, lamentó el P. Aguilar, pues se aleja del lugar exacto donde se produjo el milagro.
A pesar de ello, el sacerdote confía en que la devoción popular seguirá abriendo camino: “Con escultura o sin ella, con placa o sin ella, esperemos que cada vez más personas conozcan que aquí se estampó la imagen en el ayate”. Hoy, miles de fieles cruzan diariamente las calles del Centro Histórico sin saber que están a metros del sitio donde el cielo irrumpió en la tierra en 1531. Recuperar esta memoria es, en cierto modo, honrar el camino de fe de San Juan Diego y reconocer que la historia guadalupana no se limita al Tepeyac, sino que late también entre los muros antiguos donde el obispo vio por primera vez el rostro maternal de María.
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