La familia, primera escuela de la fe
Durante la Misa jubilar, el Santo Padre recordó que la misión del catequista comienza en el hogar, lugar donde la fe se transmite de generación en generación. “El anuncio de la Palabra no puede delegarse a otros, sino que se realiza allí donde vivimos, principalmente en nuestras casas, alrededor de la mesa”, afirmó.
El Pontífice profundizó en el significado de la vocación catequética, explicando que la palabra catequista procede del griego katēchein, que significa “hacer resonar”. “Los catequistas enseñan, es decir, dejan un signo interior; cuando educamos en la fe no hacemos un adiestramiento, sino que ponemos en el corazón la palabra de vida, para que produzca frutos en una vida buena”, señaló, animando a los presentes a vivir su labor como una auténtica siembra espiritual.
El Papa recordó que toda la comunidad cristiana está implicada en este acompañamiento de la fe: “Cada fiel colabora en su obra pastoral escuchando las preguntas, compartiendo las pruebas, sirviendo al deseo de justicia y de verdad que reside en la conciencia humana”.
Una catequesis que despierta la conciencia
Inspirado por el Evangelio del rico y Lázaro, proclamado durante la celebración, León XIV invitó a los fieles a abrir los ojos ante las pobrezas de nuestro tiempo. “El Señor mira el corazón de los hombres y, a través de sus ojos, nosotros reconocemos a una persona indigente y a una, indiferente”, explicó.
El Papa advirtió que este pasaje es de “extrema actualidad”, pues la miseria sigue golpeando a pueblos enteros. “Nada parece que haya cambiado a lo largo de los siglos, cuántos Lázaros mueren frente a la avaricia que olvida la justicia, al beneficio que pisotea la caridad, a la riqueza ciega frente al dolor de los necesitados”, denunció.
Como en otras ocasiones, el Pontífice recordó que el Evangelio no es un mero relato moral, sino un anuncio que puede transformar la vida de quien lo escucha. “Este acontecimiento es la verdad que nos salva; por eso debe conocerse y anunciarse, pero no es suficiente. Debe amarse, y es este amor el que nos lleva a comprender el Evangelio, porque nos transforma abriendo el corazón a la palabra de Dios y al rostro del prójimo”, afirmó.
Un Jubileo que envía en misión
Uno de los momentos más emocionantes de la jornada fue la institución de 39 nuevos catequistas procedentes de distintos países. Los candidatos, llamados por su nombre, respondieron con un “Aquí estoy” ante el Papa y recibieron de sus manos un crucifijo, signo de su misión y compromiso con la Iglesia.
“Este Jubileo es un tiempo de conversión y de perdón, de compromiso por la justicia y de búsqueda sincera de la paz”, insistió el Santo Padre, invitando a todos los presentes a no permanecer indiferentes frente al sufrimiento del mundo. Con esta celebración, León XIV reafirmó que el servicio catequético es una columna vertebral de la vida eclesial y un instrumento privilegiado para mantener viva la fe en las comunidades.