El Papa León XIV: “Cristo Resucitado es la fuente que sacia nuestra sed de plenitud”
16 de octubre de 2025
Ante una multitud de más de 50.000 fieles reunidos en la Plaza de San Pedro, el Papa León XIV ofreció una profunda catequesis sobre la fuerza transformadora de la Resurrección de Cristo. En un mensaje lleno de esperanza, el Pontífice recordó que Jesús no sólo venció la muerte, sino que sigue siendo la fuente viva que colma la sed interior del ser humano. Su enseñanza, centrada en el misterio pascual, invitó a los creyentes a dejar que la luz del Resucitado ilumine las realidades concretas de la vida cotidiana.
“Jesús Resucitado es la fuente que sacia nuestra sed ardiente, la sed infinita de plenitud que el Espíritu Santo infunde en el corazón humano.”
"Jesús Resucitado no sólo cambió la historia: sigue cambiando nuestra vida. Él es la fuente viva que no se seca, el corazón que late dentro del mundo, la promesa de una plenitud que no pasa."
Una catequesis sobre la esperanza: del vacío humano a la plenitud divina
En una mañana luminosa en Roma, León XIV se dirigió a miles de peregrinos llegados desde distintos continentes para participar en la audiencia general del 15 de octubre, dentro del marco del Año Jubilar de la Esperanza. El Santo Padre recordó que todo el itinerario espiritual de este año jubilar ha sido una peregrinación hacia el encuentro con Cristo vivo, el único que puede llenar los anhelos más profundos del alma humana.
“Nos hemos detenido en cada etapa de la vida de Jesús —dijo—, desde su nacimiento hasta su muerte y resurrección, y ahora dejamos que ese misterio final libere su luz sobre nuestras propias realidades.”
El Pontífice habló con un tono pastoral, cercano y humano, describiendo las tensiones que marcan la existencia moderna: las alegrías y los cansancios, las aspiraciones frustradas, los logros y las pérdidas. “Vivimos muy ocupados, buscando resultados, reconocimiento, seguridad —afirmó—, y sin embargo, siempre sentimos que nos falta algo. Esa falta es la huella de nuestra sed de eternidad.”
León XIV explicó que el ser humano no fue creado para la carencia sino para la plenitud, y que esa plenitud solo puede alcanzarse en Dios. “Nuestro corazón —añadió— no se sacia en el poder, ni en el éxito, ni en el tener. Se sacia cuando descubre que hay Alguien que garantiza su esperanza, que no decepciona.”
Con un lenguaje sereno y poético, el Papa distinguió entre optimismo e auténtica esperanza: “El optimismo puede desvanecerse ante el fracaso. La esperanza cristiana, en cambio, promete y cumple, porque tiene su raíz en la Resurrección de Cristo.”
Cristo, fuente de vida que transforma la historia desde dentro
El Papa comparó la Resurrección de Jesús con una fuente inagotable que da vida y frescor a toda la creación. “El Resucitado —explicó— es como un manantial que jamás se seca: riega la tierra árida de nuestro corazón, hace florecer lo que parecía muerto y ofrece descanso al caminante fatigado.”
Citó a San Agustín para expresar esa sed que todos experimentamos ante la belleza divina: “Exhalaste tu fragancia y respiré, y ya suspiro por ti; gusté de ti, y siento hambre y sed; me tocaste, y me abrasé en tu paz.”
Con estas palabras, León XIV recordó que Jesús no sólo resucitó, sino que permanece vivo, actuando en la historia de cada creyente. “La Resurrección —dijo— no fue un episodio del pasado, sino el acontecimiento que transformó la historia humana desde dentro. Cristo sigue siendo el Viviente, el amante de la vida, el que vence toda muerte.”
El Santo Padre dirigió su mirada hacia quienes sufren, quienes dudan o viven en soledad: “Jesús no responde desde arriba, sino desde dentro del camino humano. Se hace nuestro compañero de viaje, camina con nosotros en los momentos de cansancio, cuando la sed del alma parece insoportable. Él llena nuestra jarra vacía, nos sostiene cuando ya no podemos avanzar.”
“Sin el amor del Resucitado —afirmó—, la vida sería un vagar sin rumbo. Pero con Él, cada herida se convierte en esperanza, cada caída en posibilidad de resurrección.”
Una luz que vence las sombras: la esperanza que nace de la Pascua
En el tramo final de su catequesis, León XIV se dirigió a los fieles con palabras de consuelo y confianza: “Somos frágiles, pero no estamos solos. El Resucitado garantiza la llegada: nos conduce a casa, donde somos esperados, amados, salvados.”
El Papa profundizó en la experiencia de la Resurrección como promesa cumplida. La fe, explicó, no elimina el sufrimiento, pero lo transforma: “Las pruebas, las fatigas, las piedras del camino no tienen la última palabra. Quien camina con Cristo experimenta que incluso en medio del dolor se puede gustar una quietud profunda, una paz que el mundo no puede dar.”
León XIV alentó a los cristianos a vivir la esperanza como certeza, no como ilusión pasajera. “El Resucitado —dijo— nos enseña a mirar la historia con ojos nuevos. Donde el mundo ve fracaso, Dios ve resurrección. Donde parece haber oscuridad, Él abre un manantial de luz.”
El Papa invitó a los peregrinos a contemplar la Resurrección como un llamado personal. “Cada uno de nosotros —recordó— está invitado a resurgir, a levantarse, a ponerse en pie. La fe no nos quita la cruz, pero nos da la fuerza para llevarla hasta la gloria.”
Sus palabras fueron seguidas de un momento de silencio reverente en la plaza, donde miles de fieles alzaron sus rosarios y banderas como signo de gratitud y oración.
“De la Resurrección de Cristo brota una esperanza que no defrauda —concluyó León XIV—. Es la paz que anticipa la eternidad, la alegría que el mundo no puede arrebatar.”
Una catequesis que marca el rumbo del Jubileo de la Esperanza
Esta enseñanza, una de las más esperadas del Pontífice en el marco del Año Jubilar, resume el eje espiritual de su pontificado: devolver al hombre contemporáneo la confianza en Dios y la certeza de que la fe es una fuente que no se agota.
En un tiempo marcado por la incertidumbre y el vacío interior, León XIV ha querido recordar que la verdadera plenitud no nace del éxito ni del reconocimiento, sino del encuentro con Cristo vivo. Su mensaje resonó como una respuesta luminosa al desencanto de la modernidad.
Con esta catequesis, León XIV ha dejado una huella profunda en los corazones de los fieles, recordando que la esperanza cristiana no es una teoría, sino un manantial de vida que brota del sepulcro vacío.
En palabras que ya muchos califican de programáticas para su magisterio, el Papa sintetizó así su enseñanza:
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