El Papa León XIV invita a renovar cada día el “sí” de María: una llamada a volver a Dios en la Solemnidad de la Inmaculada
9 de diciembre del 2025
En una mañana luminosa en la Plaza de San Pedro, donde miles de fieles se reunieron para celebrar la Solemnidad de la Inmaculada Concepción, el Papa León XIV dirigió el rezo del Ángelus desde la ventana del Palacio Apostólico.
Sus palabras se convirtieron en una profunda meditación sobre el misterio de María, la belleza de su sí y la llamada que Dios dirige hoy a cada creyente a vivir con la misma disponibilidad. Con un mensaje que unió teología, cercanía pastoral y una clara invitación a la esperanza, el Santo Padre recordó que el milagro de la gracia no solo pertenece al inicio de la historia de María, sino que se renueva en la vida de cada bautizado.
“El sí de María cambió la historia; nuestro sí cotidiano permite que Dios siga transformando el mundo.”
La pureza de María, punto de partida de la salvación
El Papa comenzó recordando la alegría de la Iglesia universal ante el privilegio único concedido a la Madre de Dios: haber sido preservada del pecado original desde el primer instante de su existencia. No se trató —subrayó— de un favor aislado, sino del umbral de un acontecimiento aún mayor: la Encarnación misma. María recibió un corazón absolutamente puro porque estaba llamada a acoger al Hijo eterno del Padre en su seno. “El Señor la preparó con una gracia extraordinaria”, señaló el Papa, “para que la humanidad pudiera recibir al Salvador a través de un corazón intachable y completamente abierto a Dios”.
Sin embargo, el Pontífice insistió en que este don no anuló la libertad de María. Ella, en su juventud y humildad, eligió de manera consciente abrazar el plan divino. El sí de María no fue automático ni impuesto: fue la respuesta libre y amorosa de quien confía plenamente en el Señor.
Dios da su gracia, pero espera nuestra libertad
El Papa León XIV centró buena parte de su reflexión en un punto decisivo: Dios, que actúa con generosidad infinita, nunca fuerza el corazón humano. Si María dio fruto, dijo, fue porque, en su libertad, acogió lo que Dios quería hacer en ella. Esa dinámica divina —don y libertad— se mantiene intacta hoy.
El Santo Padre invitó a los cristianos a contemplar esa disposición mariana como un modelo para la vida diaria. El Bautismo, explicó, es ese comienzo nuevo en cada uno de nosotros: allí quedamos lavados del pecado original, hechos hijos de Dios y templos del Espíritu Santo. Pero, como en María, la gracia necesita nuestra cooperación para transformar realmente la vida.
Aceptar el plan de Dios implica —añadió— una actitud constante de apertura, de escucha y de generosa disponibilidad. Dios ofrece su gracia, pero espera de nosotros un sí que se renueve cada mañana.
Un llamado universal: decir “sí” a Dios en lo grande y en lo pequeño
La enseñanza del Papa no se quedó en una reflexión teológica. Descendió a la vida cotidiana con una claridad conmovedora. El sí de María, afirmó, fue decisivo para la historia de la salvación; el nuestro, aunque humilde, también puede ser maravilloso cuando se ofrece con fidelidad, gratitud y perseverancia.
Renovar nuestro sí significa dejarnos moldear por Dios en la oración, en el servicio sencillo, en la caridad que se expresa en gestos concretos: acompañar a quien sufre, perdonar, ofrecer tiempo, trabajar con entrega, tener detalles de amor que hagan visible a Cristo en nuestro entorno.
“Jesús será conocido, recibido y amado allí donde existan cristianos que, como María, se disponen a hacer su voluntad”, insistió el Papa. No se trata de grandes hazañas, sino de vivir cada momento como oportunidad para que Dios actúe y su salvación alcance a todos.
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