El Papa León XIV llama a los jesuitas a evangelizar en las fronteras del mundo y alerta contra los “falsos dioses del consumismo, el poder y la autosuficiencia”
28 de octubre de 2025
El Pontífice exhorta a la Compañía de Jesús a mantenerse fiel a su carisma misionero y a discernir nuevos caminos de evangelización en un tiempo marcado por la desigualdad, la crisis ecológica y el desafío tecnológico.
Durante un encuentro celebrado en el Vaticano con un centenar de superiores jesuitas de todo el mundo, el Papa León XIV lanzó una profunda reflexión sobre los retos de la Iglesia en la sociedad contemporánea. En su discurso, el Pontífice advirtió sobre los “falsos dioses del consumismo, el poder y la autosuficiencia”, e invitó a los hijos de San Ignacio de Loyola a “ir a las fronteras geográficas, culturales, intelectuales y espirituales” para anunciar el Evangelio en los contextos más difíciles.
La reunión, presidida por el Padre General Arturo Sosa, congregó a Provinciales, Superiores Regionales, Presidentes de Conferencias, Consejeros Generales y Secretarios de la Compañía de Jesús. El Papa los animó a permanecer fieles al carisma ignaciano de discernimiento y misión, recordando que “Cristo sigue enviando a sus discípulos” allí donde la humanidad “se encuentra con el amor salvador de Dios”.
“En todos los continentes, incluso en las sociedades secularizadas, muchos buscan un sentido, a menudo sin saberlo. Salid a su encuentro con humildad, comunicando la alegría del Evangelio”, exhortó el Santo Padre.
Con su habitual tono sereno pero firme, León XIV delineó un mapa espiritual de las nuevas fronteras del mundo moderno, donde —dijo— la Iglesia necesita “presencia, inteligencia y compasión misionera”.
“El verdadero discípulo —afirmó León XIV— no se aferra al poder ni al prestigio. Vive en clave de servicio, con los ojos puestos en los pobres, en los jóvenes y en la tierra que gime esperando redención.”
“En las encrucijadas del mundo, la Iglesia os necesita”
El Papa recordó que la vocación de los jesuitas siempre ha sido caminar en la frontera, allí donde fe y razón, cultura y religión, humanidad y trascendencia se entrelazan en medio de tensiones. Citando a San Pablo VI, evocó aquella frase pronunciada en 1974: “En cualquier lugar de la Iglesia, incluso en los campos más difíciles y extremos, en la encrucijada de las ideologías, ha habido y hay jesuitas.”
León XIV también recuperó las palabras de Benedicto XVI, quien pedía hombres “con una fe profunda, una cultura sólida y una genuina sensibilidad humana y social”, capaces de mostrar la armonía entre la fe y la razón. “Esa es la tarea de hoy —subrayó—, en una época donde el pensamiento se fragmenta y la verdad se diluye en el ruido digital.”
El Santo Padre animó a los religiosos a asumir con valentía su papel en los márgenes del mundo, tanto en el plano social como intelectual:
“No tengáis miedo de ir a los lugares de riesgo, donde los mapas conocidos ya no bastan. Hoy la Iglesia os necesita allí donde surgen las preguntas más profundas del hombre contemporáneo.”
Entre esas “fronteras del alma y del pensamiento”, León XIV destacó tres ámbitos prioritarios: la sinodalidad, la reconciliación y la justicia. Según explicó, el camino sinodal “es una frontera significativa porque nos llama a escuchar más al Espíritu Santo y a los demás”, haciendo que las estructuras eclesiales sean más transparentes y fieles al Evangelio.
Contra la globalización de la indiferencia: reconciliación y justicia social
Otro de los puntos centrales de su discurso fue la necesidad de combatir la “globalización de la impotencia” mediante una cultura de la reconciliación. “Los conflictos, la desigualdad y los abusos desgarran al mundo”, lamentó el Papa, quien invitó a los jesuitas a ser “expertos en reconciliación” en todos los ámbitos de la vida social.
“Debemos encontrarnos en la verdad, el perdón y la sanación. El bien es más fuerte que el mal”, afirmó con fuerza, recordando que el verdadero discipulado exige tanto la denuncia de la injusticia como la propuesta de alternativas inspiradas en el bien común y la solidaridad.
En esa línea, León XIV retomó una expresión ya presente en su exhortación Dilexi Te:
“Vivimos bajo la dictadura de una economía que mata, donde la riqueza de unos pocos crece exponencialmente mientras la mayoría se queda atrás.”
Denunció con firmeza un sistema que antepone el lucro a la dignidad humana y pidió “caminar con los pobres”, generando modelos de desarrollo que pongan en el centro la fraternidad y la justicia.
El Pontífice se refirió también al desafío que supone la tecnología y la inteligencia artificial, reconociendo su enorme potencial, pero alertando de sus riesgos. “El progreso no puede construirse a costa de la dignidad humana. La Iglesia debe orientar estos avances desde la ética, defendiendo la verdad y el bien común”, subrayó.
Al mismo tiempo, animó a utilizar las plataformas digitales con creatividad pastoral: “Aprendamos a evangelizar en el continente digital, pero también a resistir los falsos dioses del consumismo, el poder y la autosuficiencia que tanto seducen al corazón humano.”
La misión ignaciana en el siglo XXI: jóvenes, ecología y espiritualidad
En la parte final de su discurso, el Papa quiso mirar hacia el futuro, insistiendo en que la evangelización debe hablar el lenguaje de las nuevas generaciones. “Los jóvenes buscan sentido y autenticidad —dijo—. No basta con hablarles de Cristo: hay que estar con ellos, compartir sus preguntas y sus esperanzas, ofrecerles testimonio de coherencia y alegría.”
El Pontífice advirtió que la Iglesia necesita crear espacios donde los jóvenes puedan descubrir su vocación y construir comunidad, recordando que muchos de ellos son también los más sensibles a la crisis ambiental.
En este punto, retomó el mensaje de Laudato Si’ para recordar que “la conversión ecológica es, ante todo, un acto espiritual”. “Los jóvenes nos interpelan —añadió—: nos preguntan cómo pretendemos construir un futuro sin cuidar de la casa común. Escuchémoslos y aprendamos de su pasión por el planeta.”
Pidió además a las comunidades jesuitas ser modelos de sostenibilidad, sencillez y gratitud, viviendo con sobriedad evangélica y testimoniando que “la creación es un don que hay que custodiar, no un recurso que explotar”.
El Papa concluyó su mensaje recordando que la misión ignaciana sigue siendo ir allí donde la humanidad más lo necesita: en los márgenes, en el pensamiento, en la cultura y en el corazón de los hombres. “Allí donde el Evangelio parezca ausente —dijo—, allí debe estar la Compañía de Jesús, para encender la esperanza.”
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