El supremo infinito
17 de abril de 2025

Hemos querido agregar un muy diminuto granito de arena a todas las playas del universo con lo siguiente.
Dios es certeza, confianza y bálsamo para nuestro corazón. No podemos encontrar en la lucha diaria consuelo, ya que todo lo que podamos hacer y construir desaparece cuando le damos la espalda a Dios. Él es quien crea.
En ocasiones, nosotros sólo generamos apariencias o engaños más o menos creíbles. Pero Dios desea actuar a través de nosotros, de forma que se pueda hacer presente entre quienes sufren y desesperan. La santidad es la base en donde Cristo anida y se manifiesta al mundo. No es de extrañar, pues, que Cristo se complace en habitar entre nosotros, como lo dice perfectamente bien el Apóstol San Juan.
Si para crear el Cielo invisible a Dios sólo le bastó Su palabra, tuvo que luchar para adquirir otro cielo, y murió por ello.
Es necesario pedirle que se digne derramar en nuestras almas Su Misericordia. Nos la ofrece a diario, en todo momento. Creamos en ello y aceptémosla.
Se suele pensar hoy en día que la misericordia de Dios es un acto de merecimiento de parte de los seres humanos y cuando sentimos que nada tiene sentido y que lo que nos rodea nos destroza, es cuando creemos que Él nos ha dejado de Su mano. Pero San Bernardo nos indica que el “ungüento de su misericordia” nos lleva a recitar al salmista: “Correré por el camino de tus mandatos cuando me ensanches el corazón”.
«Dios es certeza, confianza y bálsamo para nuestro corazón. No podemos encontrar en la lucha diaria consuelo, ya que todo lo que podamos hacer y construir desaparece cuando le damos la espalda a Dios. Él es quien crea.»
De esta forma, nuestro interior deja de ser un lugar de destrucción para convertirse en Templo del Espíritu Santo, “un lugar donde reclinar la cabeza” y descansar. Pensemos
en nuestro día a día. Pensemos en la forma en que las circunstancias nos golpean contra los peñascos de la vida.
Pensemos en el dolor que sentimos cuando no somos capaces de cambiar el curso de una vida que parece ser intrascendente; pero para Dios, toda vida es importante.
Esto nos recuerda la parte final de la oración que hacemos al rezar la Coronilla a la Divina Misericordia que, textualmente, dice: “Aumenta tu Misericordia en nosotros para que en los momentos difíciles no nos desalentemos ni desesperemos, sino que con la máxima confianza nos sometamos a Tu Santa voluntad”.
Finalmente, San Bernardo se pregunta “¿Qué lugar hay en nosotros que sea digno de tanto amor?”. Encuentra la respuesta en el espacio interior, en nuestros corazones.
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