León XIV celebrará por primera vez la fiesta de Guadalupe en San Pedro: un gesto que reaviva el vínculo entre Roma y el corazón mariano de América
27 de noviembre del 2025
La Basílica de San Pedro se prepara para vivir una celebración inédita en el pontificado de León XIV. Este 12 de diciembre, memoria litúrgica de Nuestra Señora de Guadalupe, el Papa presidirá por primera vez una Misa en honor a la Patrona de México y Emperatriz de las Américas. En Roma, como cada año, la devoción guadalupana llena la Ciudad del Vaticano de cantos, flores y peregrinos; pero en esta ocasión, el gesto del Santo Padre ha sido recibido con especial emoción por parte de la comunidad latinoamericana, que ve en esta celebración un signo de cercanía y reconocimiento hacia la Virgen que transformó la historia evangelizadora del continente. Mientras la Iglesia universal se dispone a honrar a la “Morenita del Tepeyac”, crece la expectativa po
“Guadalupe no es solo un recuerdo histórico, sino un abrazo vivo de la Madre que sigue reuniendo a sus hijos en torno al Evangelio”.
Una celebración inédita en este pontificado: la Virgen del Tepeyac llega al altar de San Pedro
La memoria de Nuestra Señora de Guadalupe es, cada año, una de las fiestas marianas más celebradas en el mundo. Sin embargo, este 12 de diciembre tendrá un tono singular: será la primera vez que León XIV presida personalmente la Misa guadalupana en la Basílica de San Pedro, a las 16:00 (hora de Roma). Esta tradición, que comenzó hace décadas para rendir homenaje a la Patrona de México, se renueva ahora con la presencia activa del Papa, lo que ha despertado especial alegría entre embajadas, congregaciones religiosas, comunidades de migrantes y fieles hispanos residentes en Europa.
La devoción guadalupana hunde sus raíces en las apariciones ocurridas entre el 9 y el 12 de diciembre de 1531 en el cerro del Tepeyac, cuando la Virgen María se manifestó al indígena Juan Diego con un mensaje de consuelo, maternidad y unidad. La impresión milagrosa de su imagen en la tilma del santo se conserva hasta hoy, incorrupta, en la Basílica erigida en su honor en Ciudad de México. Aquella imagen —cargada de símbolos destinados al corazón indígena— desencadenó una conversión masiva que transformó para siempre la historia religiosa del continente.
Hoy, casi cinco siglos después, esa misma imagen continúa inspirando peregrinaciones multitudinarias y una devoción que desborda fronteras. Por eso, ver al Papa celebrando la Misa en su honor desde la cátedra de Pedro es para muchos latinoamericanos un gesto de profunda comunión entre Roma y América.
Guadalupe: la Madre que impulsa la misión y teje puentes entre culturas
El mes pasado, León XIV envió un mensaje lleno de afecto al XVII Congreso Nacional Misionero de México, donde destacó la relevancia permanente del acontecimiento guadalupano. Para el Papa, el mensaje que la Virgen dejó en el Tepeyac es “un signo de perfecta inculturación” querido por Dios para la Iglesia. En aquellas palabras dirigidas a Juan Diego —“¿No estoy yo aquí que soy tu Madre?”— se encierra una pedagogía maternal, capaz de hablar al corazón del hombre en su propia lengua y en su propio paisaje cultural.
El Papa recordó en su mensaje que Guadalupe fue un motor decisivo para la evangelización en los primeros años del continente, impulsando a los misioneros a anunciar el Evangelio con fidelidad y cercanía. Su figura, profundamente enraizada en el alma latinoamericana, se volvió puente entre mundos: entre la tradición indígena y la fe cristiana, entre el dolor y la esperanza, entre la historia y la misión universal de la Iglesia.
Este impulso permanece vigente. En un contexto global marcado por tensiones, desencuentros y desafíos pastorales, la Virgen del Tepeyac sigue siendo símbolo de unidad, de consuelo para los pobres y de misión para todo el continente. Su imagen no solo evoca un pasado glorioso, sino un presente que necesita volver a escuchar su mensaje de cercanía y ternura.
El deseo del Papa de visitar México: un viaje que los fieles esperan con el corazón abierto
En una de sus últimas intervenciones públicas, a la salida de Castel Gandolfo, el Papa confesó su deseo de viajar a México y rezar ante la imagen original de la Virgen de Guadalupe. Sus palabras fueron recibidas con entusiasmo tanto por los obispos mexicanos como por millones de fieles que sueñan con ver al Pontífice peregrinar al santuario que custodia la tilma de Juan Diego.
Este deseo papal ha añadido aún más significado a la Misa que celebrará en San Pedro. Muchos interpretan este gesto no solo como una atención hacia la comunidad latina, sino como un primer paso hacia una futura visita apostólica al país, que podría abrir un nuevo capítulo en la historia guadalupana y fortalecer aún más el vínculo entre el Sucesor de Pedro y el continente americano. Mientras tanto, Roma se prepara para recibir una celebración vibrante, donde el canto, el color y la fe de los pueblos latinoamericanos inundarán la basílica más emblemática del cristianismo. La Virgen de Guadalupe —Madre de la Iglesia y estrella de la evangelización— volverá a reunir a sus hijos, recordando que sigue siendo puente entre culturas, faro para los misioneros y consuelo para quienes buscan esperanza.
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