León XIV, durante la canonización de siete nuevos santos: “Sin fe en Dios, no podemos esperar en la salvación”

20 de octubre de 2025
Santos

Ante una Plaza de San Pedro colmada de fieles de todo el mundo, el Papa León XIV presidió este domingo la canonización de siete nuevos santos de la Iglesia, entre ellos los primeros venezolanos elevados a los altares: el doctor José Gregorio Hernández y la madre Carmen Rendiles. En una homilía marcada por la esperanza y la firmeza de la fe, el Pontífice advirtió que, sin Dios, el corazón humano queda vacío y la libertad sucumbe ante la muerte.


Sin fe en Dios, no podemos esperar en la salvación”, proclamó León XIV, recordando que solo la confianza en el Señor mantiene viva la esperanza frente al sufrimiento y la injusticia.

"Cuando el mundo se enfría, los santos son las brasas que lo mantienen encendido. Ellos nos recuerdan que solo el amor que nace de la fe puede transformar la historia."

Una celebración universal de la santidad



Desde primeras horas de la mañana, la Plaza de San Pedro se llenó de cantos, banderas y emoción. Miles de peregrinos, llegados de Venezuela, Armenia, Italia, Ecuador y Papúa Nueva Guinea, acudieron para participar en una de las ceremonias más esperadas del año: la canonización de siete nuevos santos, testigos de la fe en contextos muy distintos, pero unidos por un mismo amor a Cristo.


Entre ellos destacan José Gregorio Hernández, conocido como “el médico de los pobres”, y la beata Carmen Rendiles, fundadora de las Siervas de Jesús, quienes se convierten en los primeros santos venezolanos. Su canonización fue recibida con aplausos, lágrimas y júbilo por los numerosos fieles que, ondeando banderas tricolores, agradecieron al Papa el reconocimiento de su santidad.


Junto a ellos, fueron canonizados Peter To Rot, catequista mártir de Papúa Nueva Guinea; Ignazio Choukrallah Maloyan, obispo armenio asesinado en 1915 durante el genocidio otomano; María Troncatti, misionera salesiana en Ecuador; Vicenta María Poloni, fundadora italiana dedicada a los pobres y enfermos; y Bartolo Longo, abogado italiano que, tras su conversión, erigió el santuario de la Virgen del Rosario en Pompeya.


El acto comenzó con la lectura de las biografías por el cardenal Marcello Semeraro, prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos, y culminó con la solemne fórmula de canonización pronunciada por el Santo Padre en latín, entre los vítores del pueblo reunido.


“Los nuevos santos no son héroes, ni paladines de un ideal cualquiera, sino hombres y mujeres auténticos, que dejaron que Cristo viviera en ellos”, dijo León XIV al presentar su ejemplo como camino para todos los creyentes.


“Dios salva al mundo por amor, liberándonos del fatalismo”


Durante su homilía, el Papa León XIV reflexionó sobre el Evangelio de san Lucas, donde Jesús se pregunta si, al regresar, encontrará fe en la tierra. A partir de esta pregunta, el Pontífice planteó una profunda reflexión sobre la fe como sostén del alma y como fundamento de toda esperanza cristiana.


“Si desapareciese la fe del mundo —advirtió— el cielo y la tierra seguirían existiendo, pero el corazón del hombre quedaría sin esperanza; la libertad de todos sería derrotada por la muerte; y el deseo de vida, precipitado en la nada.”


El Papa subrayó que la fe no se opone a la razón ni a los logros humanos, sino que da sentido a todos ellos. “La fe sobresale, no porque los avances científicos o culturales sean despreciables, sino porque sin la fe pierden su orientación, su alma”, afirmó.


Para León XIV, el cristiano está llamado a vivir una fe que actúe y transforme el mundo: “Dios salva al mundo por amor, liberándonos del fatalismo. La fe nos invita a creer que cada acto de justicia, de bondad y de amor tiene un peso eterno.”


El Santo Padre recordó también que la oración es el respiro del alma, exhortando a los fieles a perseverar en la intimidad con Dios:

“Así como no nos cansamos de respirar, tampoco debemos cansarnos de orar. La oración sostiene la vida del alma como la respiración sostiene la del cuerpo.”


Inspirándose en la parábola del juez injusto y la viuda, León XIV explicó que la perseverancia de la mujer es símbolo de la esperanza cristiana, incluso cuando el mundo parece indiferente. “Dios no es un juez lejano, sino un Padre que escucha. Cristo nos pregunta si creemos que el Padre quiere siempre nuestro bien y la salvación de cada persona”, subrayó.


La fe que consuela y transforma el dolor


El Papa también se detuvo a hablar del misterio del sufrimiento y la misericordia, advirtiendo que el escándalo del mal puede hacer tambalear la fe de los creyentes. “A veces pensamos que Dios no escucha el llanto de los oprimidos, o que permanece en silencio ante el dolor inocente —dijo—, pero Cristo nos ha mostrado que el amor de Dios se revela precisamente en la cruz.”


El Pontífice advirtió contra otra tentación frecuente: exigir a Dios que actúe según nuestros criterios. “Cuando pretendemos que el Señor responda a nuestras expectativas, la oración deja de ser súplica y se convierte en orden. Jesús, en cambio, nos enseña la obediencia confiada: ‘Padre, hágase tu voluntad’.”


León XIV recordó que la cruz de Cristo revela la verdadera justicia de Dios, que no condena, sino que perdona:


“La justicia de Dios es el perdón. Él ve el mal y lo redime, cargándolo sobre sí. Cuando estamos crucificados por el dolor o la injusticia, Cristo ya está allí, en la cruz por nosotros y con nosotros.”


El Santo Padre insistió en que Dios consuela cada llanto y acoge cada lágrima, recordando a los fieles que el Señor no se desentiende del sufrimiento humano: “No hay lágrima que esté lejos de su corazón. El Señor nos abraza como somos para hacernos como Él.”


Asimismo, advirtió que rechazar la misericordia divina endurece el corazón del creyente: “Quien no acoge la paz como un don, no sabrá dar la paz. La fe auténtica se traduce en misericordia concreta hacia el prójimo.”


El Papa pidió seguir el ejemplo de los nuevos santos, quienes encarnaron la fe a través del servicio y el testimonio: “Seamos mártires, como Ignacio Choukrallah y Pedro To Rot; evangelizadores, como María Troncatti; fundadores carismáticos, como Carmen Rendiles y Vicenta Poloni; y bienhechores de la humanidad, como Bartolo Longo y José Gregorio Hernández.”


Una Iglesia que sigue mostrando la esperanza al mundo


La canonización de los siete nuevos santos ha sido un símbolo de unidad universal, donde la diversidad de lenguas, culturas y rostros se fundió en una misma alabanza. Delegaciones de todos los países representados llevaron trajes típicos y entonaron cantos propios, testimoniando que la santidad no es una excepción, sino una llamada para todos los cristianos.


Desde el cielo azul de Roma, las palabras de León XIV resonaron como un eco de esperanza: “Sin fe, el corazón del hombre se queda vacío; con fe, incluso en la oscuridad, se enciende la luz del amor de Dios.”


Con esta ceremonia, la Iglesia ha querido recordar que la santidad no es un ideal inalcanzable, sino una posibilidad real para cada persona que abra su corazón a Dios. En los rostros de los nuevos santos —médicos, mártires, misioneras, fundadores y laicos—, el Papa quiso mostrar “el rostro concreto de una Iglesia viva, compasiva y en salida”.

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