León XIV ensalza la maternidad y la paternidad como “la gran aventura de la fe” en un mundo que parece perder la confianza en la vida
27 de noviembre del 2025
En una mañana luminosa en la Plaza de San Pedro, donde miles de fieles se congregaron para la Audiencia General, el Papa León XIV ofreció una de las catequesis más profundas de las últimas semanas. Sus palabras, dirigidas especialmente a las familias, resonaron como un llamamiento a redescubrir la belleza de la vida, incluso cuando el contexto social parece empujar en sentido contrario. En un tiempo marcado por la incertidumbre económica, la fragilidad laboral y el cansancio acumulado, el Pontífice invitó a los hogares cristianos a no rendirse ante el miedo ni caer en la renuncia silenciosa que, cada vez más, afecta a las nuevas generaciones. Ser padres —insistió— es una aventura maravillosa que exige valentía, fe y confianza en Dios.
“La vida es un don y quienes la acogen participan de la esperanza con la que Dios sostiene al mundo”.
“No tengáis miedo”: el Papa anima a las familias a decidirse por la vida
El Papa dedicó buena parte de su catequesis a subrayar el valor de generar vida, una misión que —dijo— hunde sus raíces en la confianza en el Dios creador. Ser madre o padre, explicó, no es un gesto aislado, sino una respuesta libre a la llamada del Señor, que pide custodiar la vida desde su comienzo y acompañarla con amor a lo largo de todas sus etapas.
Ante los peregrinos de lengua polaca, León XIV expresó un mensaje claro y directo: “No tengáis miedo de acoger y defender a cada niño concebido”. Señaló que el Evangelio de la vida es una responsabilidad que no admite neutralidades, porque Dios mismo “es amante de la vida”, y quien confía en Él descubre que, incluso en medio de las dificultades, la vida siempre encuentra caminos para florecer.
El Papa reconoció con realismo que esta vocación se desarrolla hoy en un contexto exigente. Las familias —dijo— se enfrentan a presiones económicas, incertidumbre profesional y un ritmo frenético que dificulta mantener sueños y proyectos. Sin embargo, estas limitaciones no deben apagar la generosidad de los hogares cristianos, llamados a irradiar confianza en un mundo que parece perderla. “Generar”, explicó el Santo Padre, no se limita a traer hijos al mundo, sino que implica promover lo humano en todas sus expresiones, desde una economía más justa y solidaria hasta el cuidado de la creación y la disponibilidad para consolar, acompañar y servir sin esperar recompensas.
La Pascua como luz para comprender la vida: esperanza en medio de la fatiga
En el marco de su catequesis sobre la Pascua de Cristo, León XIV recordó que es este misterio el que ilumina el sentido de la existencia y permite mirar la vida con esperanza, incluso cuando abundan las dificultades. Admitió que no es sencillo mantener la confianza cuando tantas vidas —en todos los rincones del planeta— aparecen cargadas de dolor, obstáculos y cansancio.
Pero es precisamente en esos momentos, afirmó, cuando el hombre debe recordar que la vida no es una condena ni una lucha solitaria, sino un regalo recibido. De ese don surgen las grandes preguntas que han atravesado toda reflexión humana: ¿quiénes somos?, ¿de dónde venimos?, ¿a dónde vamos?, ¿qué sentido tiene el camino que recorremos?
Para León XIV, la experiencia de vivir implica una esperanza activa, una fuerza interior que permite seguir caminando incluso en los días más oscuros. Esta esperanza —dijo— nos asegura que la existencia es un peregrinaje hacia un destino de plenitud, hacia “la casa” que Dios prepara para cada uno de sus hijos.
El Papa describió este impulso interior como una gracia que sostiene al creyente y lo protege del fatalismo. La vida cristiana, explicó, no consiste en negar las fatigas del camino, sino en atravesarlas con una confianza renovada en el Señor resucitado.
Una sociedad herida por la desconfianza: llamada del Papa a recuperar el valor de vivir
En su reflexión final, León XIV diagnosticó uno de los males más extendidos de nuestro tiempo: la desconfianza en la vida. Esta actitud —advirtió— se expresa en la renuncia silenciosa a soñar, a arriesgar, a formar una familia o a abrirse a los demás. Muchos perciben la existencia como un peso, una incertidumbre o incluso una amenaza, y buscan protegerse de posibles decepciones cerrándose a la vida misma.
Citando el Libro de la Sabiduría, recordó que Dios es “el amante de la vida” (Sab 11,26), y añadió que la misión del cristiano es custodiarla siempre, incluso cuando el mundo parezca caminar hacia direcciones contrarias. Señaló además que la lógica divina permanece fiel a su diseño de amor: Dios no abandona a la humanidad ni siquiera cuando esta continúa los rastros de Caín, dejándose llevar por la violencia, las guerras, el racismo o las distintas formas de esclavitud.
Fue entonces cuando el Papa subrayó el núcleo de su mensaje:
solo la Resurrección de Cristo sostiene al hombre allí donde las tinieblas parecen imponerse. La Pascua es la respuesta definitiva de Dios frente al miedo, frente al pecado y frente a la muerte. León XIV concluyó animando a los fieles a redescubrir el valor de vivir y de generar vida. En un mundo herido por la desconfianza, dijo, las familias cristianas se convierten en signo profético, testigos de que la vida es siempre un bien y que la esperanza, lejos de apagarse, puede renacer cada día.
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