Por qué la Iglesia Católica mantiene su doctrina sobre el matrimonio: una respuesta a la decisión de la Corte Suprema de EE.UU
24 de noviembre del 2025
Diez años después de que la Corte Suprema de Estados Unidos redefiniera legalmente el matrimonio para incluir a las parejas del mismo sexo, el tribunal ha decidido no reexaminar su fallo en Obergefell v. Hodges, consolidando por ahora la noción civil de “matrimonio gay”. Frente a este escenario cultural y jurídico, la Iglesia Católica reafirma con claridad la naturaleza del matrimonio como unión exclusiva entre un hombre y una mujer, un principio que no se basa en coyunturas políticas, sino en la revelación, la tradición y la ley natural.
«La Iglesia defiende que el matrimonio no es una convención cultural, sino una verdad inscrita por Dios en la naturaleza humana»
Una definición invariable a lo largo de la historia cristiana
A lo largo de cinco milenios de experiencia humana y desde los orígenes mismos del cristianismo, el matrimonio ha sido entendido como la unión permanente entre varón y mujer. El Catecismo de la Iglesia Católica lo describe como un “consorcio de toda la vida”, orientado al bien de los esposos y a la generación y educación de los hijos.
San Agustín ya señalaba las tres bendiciones del matrimonio: la prole, la fidelidad y el vínculo sacramental. Este marco antropológico y espiritual ha sostenido la doctrina católica desde los Padres de la Iglesia hasta el magisterio contemporáneo.
Un término equívoco según la doctrina católica
Para la Iglesia, el llamado “matrimonio gay” constituye una expresión imprecisa desde el punto de vista doctrinal. El profesor John Grabowski, de la Catholic University of America, señala que el matrimonio cristiano exige unidad, indisolubilidad y apertura a la vida, elementos que solo pueden cumplirse en la complementariedad sexual propia del varón y la mujer.
“No pueden cumplirse en una unión entre dos hombres o dos mujeres”, afirma. Por eso, aplicar la palabra “matrimonio” a una unión del mismo sexo equivale —en sus palabras— a intentar “llamar cuadrado a un círculo”.
Ley natural y significado esponsal del cuerpo
La enseñanza de la Iglesia no se basa únicamente en argumentos teológicos, sino también en la ley natural. San Juan Pablo II desarrolló en profundidad el “significado esponsal del cuerpo”, según el cual Dios ha diseñado la diferencia sexual para la entrega mutua y la comunión de una sola carne.
Esto explica por qué la infertilidad no impide un matrimonio válido —pues no suprime la naturaleza del acto conyugal—, mientras que la impotencia sí constituye un impedimento, al hacer imposible la unión corporal propia de los esposos.
Después de obergefell: una batalla cultural, no solo jurídica
Tras años de campañas sociales y legislativas, la decisión de la Corte Suprema en 2015 fue vista por muchos como una imposición judicial que respondía más al clima cultural que a la realidad del matrimonio. Una década después, con casi un millón de parejas del mismo sexo legalmente unidas en EE.UU., algunos observadores señalan que la discusión política parece “muerta”.
Sin embargo, la Iglesia insiste en que la verdad sobre el matrimonio no depende de mayorías legales. Mons. Robert Barron ha sugerido orientar los esfuerzos hacia el testimonio personal y la educación, sin renunciar al objetivo de promover leyes acordes con la realidad del matrimonio.
Un compromiso que no caduca
Para Grabowski, incluso si la sociedad ha aceptado una redefinición civil, los católicos no deben abandonar la misión de rezar, esperar y trabajar —cuando sea posible— por un orden jurídico que refleje la verdad del matrimonio. No se trata de confrontación ideológica, sino de fidelidad a una visión integral del ser humano y del bien común.
Una llamada pastoral y profética
La postura de la Iglesia, lejos de ser discriminatoria, busca custodiar la verdad sobre el amor humano y orientar al hombre hacia su plenitud. La doctrina permanece, pero también lo hace la invitación a acompañar, acoger y escuchar, ofreciendo la luz del Evangelio sin renunciar a la verdad que libera.
Ante debates sociales complejos, la Iglesia recuerda que el matrimonio no es una construcción cultural flexible, sino un diseño divino que revela el plan de Dios para la humanidad.
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