Diez años después del horror en Bataclán, París vuelve a encender la luz de la fe: “Dios no abandonó aquella noche”
14 de noviembre del 2025
Hace una década, la capital francesa quedó sumida en uno de los episodios más sombríos de su historia reciente. La noche del 13 de noviembre de 2015, un ataque yihadista coordinado golpeó el corazón de París con una violencia devastadora: explosiones en el Estadio de Francia, disparos indiscriminados en terrazas repletas y, sobre todo, la masacre en la sala Bataclán, donde terroristas armados acabaron con la vida de decenas de personas.
Hoy, diez años después, París recuerda con lágrimas, pero también con esperanza. El Arzobispo de París, Mons. Laurent Ulrich, ha dirigido un mensaje profundamente espiritual que invita a contemplar aquel abismo de dolor desde la certeza cristiana de que, incluso entonces, la presencia de Dios no estuvo ausente.
“Incluso en la noche más densa, Dios estuvo allí, sosteniendo la valentía silenciosa de quienes no dejaron de amar”.
“Incluso en la noche más densa, Dios estuvo allí, sosteniendo la valentía silenciosa de quienes no dejaron de amar.”
Una noche de terror que marcó para siempre a Europa
El 13 de noviembre de 2015 no fue únicamente un ataque contra Francia; fue un golpe dirigido a toda Europa y a su modo de vivir. Los terroristas irrumpieron en varios puntos de París sembrando pánico durante horas. La tragedia dejó 130 víctimas mortales y casi 400 heridos, una cifra que todavía estremece a quienes recuerdan el caos, los gritos y la incertidumbre.
Mons. Ulrich rememora el estremecimiento colectivo de aquella noche, “cuando la ciudad se enfrentó a la violencia más absurda y al mal en toda su crudeza”. No se trató solo de un ataque físico, sino de una herida profunda en la memoria de una nación que, desde entonces, lucha por recomponerse moral y espiritualmente.
A pesar de ello, el prelado subraya que el mal no tuvo la última palabra: en la oscuridad surgieron gestos de valentía y solidaridad que brillaron con una fuerza inesperada.
Luces de humanidad en medio del sufrimiento
En su mensaje, el Arzobispo recuerda que, junto al horror, también aparecieron destellos luminosos que sostuvieron la esperanza de miles de parisinos. “Aquella noche —afirma— vimos gestos de fraternidad que se convirtieron en muros contra el abatimiento: manos tendidas, miradas que consolaban, desconocidos que se ayudaban como hermanos”.
Emergencias que acudieron sin dudar, fuerzas del orden que se arriesgaron hasta el límite, ciudadanos que abrieron sus puertas a quienes huían: para el arzobispo, Dios se mostró en cada acto de entrega, en cada persona que se negó a responder al odio con indiferencia o miedo.
Por ello, invita hoy a no olvidar que incluso en las horas más oscuras “la gracia puede abrirse paso con una ternura inesperada”.
Un recuerdo que sigue doliendo, pero que llama a la esperanza
Diez años después, el duelo sigue abierto. Muchos supervivientes continúan viviendo con heridas profundas, físicas y emocionales; algunos, incapaces de sobrellevar el trauma, acabaron quitándose la vida. Mons. Ulrich dirige hacia ellos una palabra de particular cercanía: “son hermanos nuestros, desgarrados por el dolor, a quienes debemos acompañar con compasión y oración constante”.
Para renovar esa memoria y rezar por todos los afectados, las campanas de todas las iglesias de París resonarán hoy al unísono, invitando a una oración común por la ciudad, sus víctimas y sus familias. El arzobispo convoca también a los fieles a participar en Misas y vigilias, y anima a todos los ciudadanos a un sencillo gesto simbólico: encender una vela y colocarla en la ventana, como señal de esperanza y comunión.
“Muerto y resucitado, Cristo atraviesa la noche por nosotros y con nosotros”, recuerda el prelado, subrayando que la fe cristiana no niega el dolor, pero lo ilumina con la certeza de que el amor es más fuerte que cualquier oscuridad.
Cristo, luz que guía a una ciudad herida
En su mensaje final, Mons. Ulrich invita a contemplar la Resurrección como la clave para interpretar aquella tragedia y tantas otras que hieren al mundo actual. Cristo —dice— no evita que existan noches de sufrimiento, pero las atraviesa con nosotros, ofreciendo un camino de consuelo, unidad y reconciliación.
El arzobispo pide a los cristianos de París que, movidos por esta esperanza, se conviertan en “testigos activos de paz”, cuidando especialmente a quienes hoy viven cercanos al desánimo o la desesperanza.
En un tiempo marcado por tensiones sociales, terrorismo, polarización y heridas aún abiertas, el mensaje del pastor de París resuena como una invitación a reedificar la ciudad desde la fe, la caridad y la fraternidad.
Con esta conmemoración, París no solo recuerda una fecha dolorosa, sino que reafirma que la misericordia, la fe y la solidaridad fueron —y siguen siendo— más fuertes que el terror que intentó quebrarla. Y en ese camino de reconstrucción interior, los cristianos están llamados a ser luz, como Cristo lo fue en aquella noche y lo es para cada día de la historia humana.
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