El hogar
22 de marzo de 2025

“Todos deseamos que nuestro hogar sea un lugar de paz, alegría y de cuidado de unos por otros”.
Leímos estas palabras en uno de los sitios católicos de la “Internet”, que si bien son pocos, comparados con las diversas plataformas seculares y de izquierda (dos temas anteriores a este) prestan una gran ayuda al informarnos de cosas positivas.
A pesar de que lo que vamos a relatar sucedió hace muchos años, aún recordamos que el hogar donde vivíamos en familia era un lugar acogedor y en el que respiraba ese ambiente señalado líneas arriba. Pero, repetimos, eso fue hace mucho tiempo.
¿Cuál es el ambiente en el que cada familia vive actualmente? Una buena pregunta y cada lector tiene la respuesta adecuada.
En diversas ocasiones hemos escrito sobre los tiempos tan “progresistas” que vivimos hoy en día. Ahora es común ver a una familia comiendo en un restaurante donde los dos papás y dos o tres hijos se la pasan viendo sus respectivos celulares. Es de suponer que suceda lo mismo en el ambiente del hogar, con sus honrosas excepciones.
Así, ya no hay lugar para la conversación y los padres difícilmente saben si los hijos tienen problemas o preocupaciones, especialmente al final de su niñez y durante la pubertad. Es en esta etapa en la que los padres tienen la obligación, el deber y la tarea de conocer la forma de apoyarlos, orientar y educar a los hijos. Es probable que con el paso de los años, esos seres que vivieron completamente distraídos en cosas superfluas y que no establecieron un contacto positivo con sus progenitores, sufren las consecuencias.
Con bastante frecuencia nos enteramos que psicólogos, terapeutas y especialistas de la conducta indican que en esta época niños y jóvenes padecen de ansiedad, depresión, angustia y soledad. Ingredientes que desgraciadamente orillan a algunos pensar en el suicidio.
Por todo lo expuesto, es necesario retomar el tema que nos ocupa.
Analicemos algunos ingredientes necesarios para vivir dentro de un ambiente que no sea hostil y en el que no existe ninguna forma de comunicarse con sus propios familiares.
Esas sugerencias están encaminadas a lograr que un hogar viva su catolicidad, pero también (¿por qué no?) pueden considerarlas otras familias ajenas al catolicismo obviamente, ignoramos si las sugerencias de las que vamos a escribir en este tema siguen siendo adoptadas por los matrimonios que quisieron formar una familia desde principios de este siglo en adelante.
«Es por ello que, igualmente, todo hogar debe ser un lugar de oración, en lo privado o en conjunto. La oración es un canal de gracia. Debemos también dar gracias a Dios por los alimentos que vamos a recibir.»
La primera de esas sugerencias consiste en que un Sacerdote bendiga al hogar y a los que forman la familia cuyo propósito es seguir siendo fieles a Cristo y ofrecerle todo a Él. Debemos incluir el agua bendita para que cada día, al salir de casa, nos santigüemos con ella. Es necesario también darle la bendición a nuestro cónyuge y a cada uno de los hijos.
Es por ello que, igualmente, todo hogar debe ser un lugar de oración, en lo privado o en conjunto. La oración es un canal de gracia. Debemos también dar gracias a Dios por los alimentos que vamos a recibir.
Nos atrevemos a sugerir la siguiente breve oración de agradecimiento: “Bendito seas Señor por los alimentos que vamos a recibir, los campos de la Tierra, las manos de los campesinos y principalmente las que preparan la comida para los más necesitados de Tu misericordia”.
No es utópico hablar de esos hogares donde se vive en una entrega total a Dios y a la propia familia. Cuantas fricciones y discusiones se pueden evitar. Discusiones y confrontaciones que no sirven más que para no desear vivir en semejante ambiente.
¿Cuántos hogares rotos existen en la actualidad?
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