El Líbano se prepara para un nuevo encuentro con Roma: memoria, fe y heridas abiertas ante la inminente llegada del Papa León XIV
25 de noviembre del 2025
El Líbano vuelve a colocarse en el centro del mapa espiritual del mundo. A pocos días de la esperada visita del Papa León XIV, el país de los cedros vive un momento de intensa emoción, memoria y anhelo. Quienes tuvieron el privilegio de presenciar los anteriores viajes apostólicos —los de San Juan Pablo II en 1997 y Benedicto XVI en 2012— reviven hoy aquellas jornadas luminosas que marcaron la historia reciente de un país atravesado por la violencia, la fragilidad política y un inquebrantable deseo de convivencia. Las calles, los templos y las aldeas se llenan nuevamente de conversaciones, recuerdos y plegarias, mientras los cristianos libaneses miran hacia el cielo con la esperanza de que este nuevo encuentro vuelva a encender una chispa de esperanza en medio de una realidad quebrada.
“La llegada del Papa recuerda al mundo que los cristianos del Líbano siguen en pie, aferrados a la fe y a su tierra”.
Un país que revive la luz de 1997: el legado de San Juan Pablo II
El anuncio de la presencia del Papa León XIV ha removido en el corazón de muchos el recuerdo imborrable de la visita de San Juan Pablo II, aquel mayo de 1997 que se convirtió en un soplo de dignidad para un pueblo que vivía bajo la sombra de la ocupación siria. En aquellos días, marcado todo por restricciones políticas y desconfianza entre comunidades, la figura del Pontífice polaco apareció como una brisa capaz de atravesar muros visibles e invisibles.
Robert El Haybe, testigo de aquel acontecimiento y hoy con más de medio siglo de vida a sus espaldas, rememora con emoción las calles desbordadas, la unidad espontánea entre cristianos y musulmanes, y el silencio reverente que acompañaba cada gesto del Papa. Aunque las autoridades sirias trataron de limitar el carácter del viaje a una mera visita pastoral, el pueblo libanés entendió que aquel mensaje llevaba un trasfondo espiritual y político que iba mucho más allá: era un recordatorio de dignidad, de identidad, de resistencia.
La presencia de Juan Pablo II fortaleció a una comunidad cristiana que, en palabras de muchos, se sentía olvidada. La exhortación Una nueva esperanza para el Líbano cristalizó una intuición que todavía hoy permanece vigente: los cristianos libaneses no son una minoría residual, sino un componente esencial de la identidad nacional. Y sin embargo, tal como señala El Haybe, poco ha cambiado en el fondo. La guerra ha mutado sus formas —de la ocupación militar al colapso económico— pero la vulnerabilidad y la incertidumbre siguen marcando la vida cotidiana.
Con la llegada del Papa León XIV, muchos se preguntan si este nuevo viaje podrá generar el mismo impacto. Mientras algunos ansían un cambio sustancial, otros se conforman con que el Santo Padre traiga consuelo pastoral y una palabra firme que despierte las conciencias del mundo. Pero a juicio de El Haybe, lo esencial permanece: “Los cristianos del Líbano solo quieren vivir, y el Papa es uno de los pocos que sigue recordándolo al mundo”.
Benedicto XVI en 2012: un faro en medio de la tormenta
Quince años después de Juan Pablo II, la visita de Benedicto XVI en 2012 se convirtió en otra página brillante para los libaneses. Elie Baroud, entonces un joven de 19 años, evoca aquel septiembre como un bálsamo inesperado en un contexto regional incendiado. La guerra en Siria comenzaba a desbordarse hacia territorio libanés, grupos armados amenazaban las fronteras y la economía ya daba señales de fragilidad extrema.
En ese marco, la figura serena de Benedicto XVI fue percibida como una luz entre tinieblas. Baroud recuerda como si fuera hoy la jornada en la que el Papa visitó Bzommar, su propio pueblo familiar, para encontrarse con el Sínodo de Obispos en el Patriarcado Armenio Católico. Aquella visita no solo reunió a miles de fieles, sino que dejó grabada en muchos corazones la convicción de que la Iglesia universal seguía sosteniendo al Líbano en sus horas más turbias.
Para los jóvenes de aquella generación, ver al Papa era comprender que su país —a pesar del miedo, del terrorismo emergente, del peso de los conflictos— seguía siendo parte viva del cristianismo oriental. En palabras del propio Baroud, la presencia de Benedicto XVI actuó como “un escudo”, un recordatorio de que la Providencia no abandona a quienes caminan entre ruinas.
Un presente convulso y una visita decisiva: entre heridas y esperanza
La inminente llegada del Papa León XIV se produce en un contexto tan o más crítico que los anteriores. Hoy el Líbano vive las consecuencias acumuladas de múltiples tragedias: la explosión del puerto de Beirut, el colapso bancario, la pandemia, el éxodo interminable de jóvenes y la expansión del conflicto entre Israel y Gaza hacia suelo libanés. Con barrios destruidos, familias arruinadas y una sociedad exhausta, muchos ven este viaje como un punto de inflexión espiritual.
Baroud, reflexionando sobre los paralelos entre épocas, señala que el mensaje del Papa no podrá limitarse a reafirmar la convivencia. El país necesita mucho más: “paz real, desarme efectivo, soberanía respetada, justicia social y condiciones para que los millones de libaneses expatriados puedan algún día regresar”. La visita, afirma, es una oportunidad para poner nuevamente al Líbano en la conciencia internacional y para recordar que sus cristianos no son reliquias del pasado, sino custodios de una tradición milenaria.
En un país que ha pagado un precio devastador como portador involuntario de los conflictos de la región, la llegada del Papa León XIV representa un gesto de solidaridad universal. Es un signo visible de que, a pesar de las heridas, la vitalidad espiritual del Líbano sigue latiendo. Cada campanario, cada icono, cada familia cristiana mantiene viva la certeza de que Dios no abandona a quienes claman por la paz.
En este clima espiritual, muchos lamentan que el Papa Francisco —cuyo viaje comenzaba a esbozarse antes del deterioro de su salud— no haya podido encabezar esta visita histórica. Su recuerdo, sin embargo, acompañará cada paso de León XIV por tierras libanesas.
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