El Papa León XIV clama ante el Coliseo: “Dios pedirá cuentas a quienes no han buscado la paz”
30 de octubre de 2025
En una emotiva ceremonia interreligiosa por la paz celebrada en Roma, el Pontífice pidió el fin de todas las guerras y exhortó a los líderes mundiales a abrir una “era de reconciliación” frente a la “prepotencia bélica” y el desinterés por la justicia internacional.
Bajo el imponente arco de Constantino y a escasos pasos del Coliseo romano, el Papa León XIV presidió este martes una ceremonia por la paz que quedará grabada en la memoria de los asistentes. En un ambiente de profunda solemnidad y oración, el Pontífice lanzó un mensaje claro y contundente al mundo: la paz no es una opción política, sino un deber moral ante Dios.
“Poner fin a la guerra es el deber impostergable de todos los líderes políticos ante Dios. La paz es la prioridad de cualquier política. Dios pedirá cuentas a quienes no han buscado la paz o han fomentado las tensiones y los conflictos durante tantos días, meses y años de guerra”, proclamó el Papa ante miles de personas reunidas al anochecer en Roma.
El encuentro, organizado por la Comunidad de San Egidio, reunió a representantes de las principales confesiones cristianas y religiones del mundo, así como a líderes civiles y víctimas de la violencia. Todos elevaron sus voces en una misma súplica: “¡Basta ya de guerras!”.
“Basta ya de guerras, con sus dolorosos cúmulos de muertos”
“El mundo tiene sed de paz”: una era de reconciliación frente a la violencia
El escenario elegido para la ceremonia no fue casual. Ante el Arco de Constantino, símbolo de la victoria que marcó el inicio del cristianismo en el Imperio Romano, el Papa León XIV invocó una nueva victoria, pero esta vez no sobre un enemigo, sino sobre la indiferencia, el odio y la venganza.
“El mundo tiene sed de paz”, afirmó con firmeza. “Necesita una verdadera y sólida era de reconciliación que ponga fin a la prepotencia, a la exhibición de fuerza y al desinterés por el derecho”.
El Pontífice denunció la normalización del conflicto como una “enfermedad espiritual” de nuestro tiempo:
“No podemos aceptar que este momento se prolongue más, que moldee la mentalidad de los pueblos, que nos acostumbremos a la guerra como compañera normal de la historia humana. ¡Basta! Es el grito de los pobres y el grito de la tierra. ¡Señor, escucha nuestro clamor!”.
Las palabras del Papa resonaron en el corazón del Coliseo, donde antes del discurso se celebró un momento de oración junto a líderes religiosos como el Patriarca de Alejandría, Teodoro II, el Patriarca de la Iglesia Asiria de Oriente, Mar Awa III, y el Patriarca de los Armenios, Sahak II.
En un gesto cargado de simbolismo, los asistentes pronunciaron en voz alta los nombres de países en guerra y regiones heridas por el terrorismo y la persecución, intercediendo por las víctimas y por la conversión de los responsables.
Contra la “globalización de la impotencia”: la oración como fuerza de transformación
El Papa León XIV no se limitó a denunciar los males de la guerra, sino que propuso una alternativa concreta: una cultura de la reconciliación que venza a la globalización de la impotencia.
“La cultura de la reconciliación vencerá a la actual globalización de la impotencia, que parece decirnos que otra historia es imposible”, afirmó con tono profético. “El diálogo, la negociación y la cooperación pueden afrontar y resolver las tensiones. ¡Deben hacerlo! Existen los ámbitos y las personas para hacerlo”.
El Pontífice recordó que la oración —frecuentemente subestimada en los foros políticos— posee un poder transformador incomparable: “El corazón humano debe disponerse a la paz. En la meditación se abre y en la oración sale de sí mismo. Volverse a sí mismo para salir de sí mismo. Esto es lo que ofrecemos a la humanidad contemporánea: los tesoros de nuestras tradiciones espirituales”.
León XIV insistió en que la religión auténtica jamás puede ser utilizada para justificar la violencia:
“Quien no reza abusa de la religión, incluso para matar. La oración no son palabras gritadas ni consignas utilizadas contra las criaturas de Dios, sino un movimiento del espíritu, una apertura del corazón”.
El Pontífice advirtió también que la indiferencia internacional ante los conflictos prolongados constituye una forma de complicidad: “El mundo hace oídos sordos, pero estamos seguros de que Dios escucha el clamor de los que sufren. Él quiere un mundo sin guerra y nos librará de este mal”.
“Nos hacemos voz de quienes no tienen voz”: el llamamiento de las religiones por la paz
Durante el encuentro, los líderes religiosos presentes elevaron junto al Papa un llamamiento conjunto a los gobernantes del mundo, exhortándolos a comprometerse de verdad con la paz.
“Nos hacemos eco del deseo de paz de los pueblos. Nos hacemos voz de quienes no son escuchados y no tienen voz. ¡Hay que atreverse a la paz!”, proclamó el Santo Padre, mientras los aplausos estallaban entre los asistentes.
El Pontífice evocó también la histórica jornada de oración por la paz convocada por San Juan Pablo II en Asís, el 27 de octubre de 1986, donde por primera vez líderes de distintas religiones se unieron en un mismo clamor. “Aquel día —recordó— las religiones no estaban unas contra otras, sino unas junto a otras, rezando por la humanidad.”
Desde entonces, el llamado “espíritu de Asís” ha inspirado innumerables encuentros de oración y diálogo que, aunque discretos, han contribuido a mantener viva la esperanza. León XIV señaló que, frente a la desconfianza global y el auge del conflicto, es necesario “volver a empezar desde Asís”, desde la conciencia de la tarea común y la responsabilidad compartida por la paz.
“Hoy el mundo parece haber tomado la dirección opuesta —lamentó el Papa—, pero nosotros no renunciamos. Volvemos a empezar desde la oración, desde la fraternidad, desde el Evangelio que nos enseña a ser artesanos de paz.”
“Basta ya de guerras, con sus dolorosos cúmulos de muertos”
El discurso concluyó con un llamado vibrante que arrancó lágrimas y aplausos. “Basta ya de guerras, con sus dolorosos cúmulos de muertos, destrucciones y exiliados. Hoy manifestamos nuestra firme voluntad de paz y nuestra certeza de que la oración es una gran fuerza de reconciliación”, exclamó el Pontífice.
La ceremonia terminó con un silencio orante bajo el cielo de Roma, iluminado por las antorchas que recordaban la fragilidad y la esperanza del corazón humano. Muchos asistentes afirmaron haber sentido “la fuerza de una nueva Asís”, un momento en que las religiones del mundo, unidas, volvieron a mostrar que la paz es posible si nace del alma.
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