El Papa León XIV preside la jura de los Guardias Suizos: “Su ejemplo habla al mundo del valor de servir y de dar la vida”
06 de octubre de 2025
Veintisiete nuevos reclutas de la Guardia Suiza Pontificia juraron fidelidad al Papa en una ceremonia histórica presidida por León XIV, primer Pontífice en participar en este acto en casi seis décadas.
“El juramento de hoy es un testimonio luminoso para el mundo: la disciplina, el sacrificio y la fe siguen siendo el camino que conduce a la verdadera grandeza”, afirmó el Santo Padre ante los jóvenes guardias reunidos en el Patio de San Dámaso del Vaticano.
«Su juramento no es solo una promesa militar: es un acto de fe, una ofrenda silenciosa que habla al mundo del valor de servir, de creer y de amar hasta el extremo”, dijo el Papa León XIV durante la ceremonia.»
Una ceremonia marcada por la historia y la emoción
El Vaticano vivió este fin de semana una jornada histórica cargada de simbolismo y emoción. Por primera vez en 57 años, un Papa presidió la tradicional ceremonia de juramentación de la Guardia Suiza Pontificia, el cuerpo militar más pequeño y antiguo del mundo, encargado de proteger al Sucesor de Pedro.
El Papa León XIV, elegido tras el fallecimiento del Papa Francisco el pasado 21 de abril, se convirtió en el primer Pontífice en asistir a este acto desde San Pablo VI en 1968. El evento, que tradicionalmente se celebra cada 6 de mayo
—en memoria del heroico sacrificio de 147 guardias caídos durante el saqueo de Roma en 1527 al defender al Papa Clemente VII—, fue excepcionalmente pospuesto al mes de octubre por el luto papal.
El Patio de San Dámaso del Palacio Apostólico, un recinto reservado habitualmente a audiencias diplomáticas, se transformó en escenario solemne de la ceremonia, en la que 27 jóvenes suizos
prestaron juramento de fidelidad ante el Pontífice, comprometiéndose a protegerlo a él y a sus legítimos sucesores “aún a costa de su vida”.
Ataviados con su inconfundible uniforme de gala en tonos azul, rojo y naranja, diseñado según la tradición renacentista, los nuevos guardias se presentaron ante el estandarte de su cuerpo y ante el Santo Padre, mientras familiares, antiguos miembros y representantes civiles y religiosos seguían el acto con visible emoción.
“Nadie busca el martirio, pero todos están dispuestos a dar la vida”
El comandante de la Guardia Suiza, Christoph Graff, fue el primero en dirigirse al Papa, agradeciéndole su presencia “tan valiosa y apreciada” en una ocasión que calificó de “memorable e histórica”. Ante un público que combinaba solemnidad y orgullo, el oficial expresó su gratitud en nombre de toda la Guardia: “Santo Padre, es para nosotros un gran honor recibirle hoy. Cada uno de estos jóvenes ha pasado meses de preparación física y espiritual para este momento decisivo de su vida”.
Con tono firme, Graff recordó el profundo sentido del juramento: “Con este voto, cada guardia promete servir con todas sus fuerzas y, si las circunstancias lo exigen, incluso sacrificar su propia vida. Ninguno busca el martirio, pero todos están dispuestos a afrontar la necesidad con serenidad y valentía”.
El comandante también evocó el ejemplo de los tres patronos de la Guardia Suiza
—San Martín de Tours, San Sebastián y San Nicolás de Flüe— como modelos de fe, disciplina y servicio. “Ellos son —dijo— el espejo en el que cada guardia debe mirarse para sostener su vocación de custodio del Sucesor de Pedro”.
El Capellán de la Guardia, padre Kolumban Reichlin, dirigió una breve oración y unas palabras de aliento a los nuevos miembros, animándolos a “vivir esta misión no como un deber militar, sino como un acto de amor al Papa y a la Iglesia”.
Un signo de fe y entrega en el corazón del Vaticano
El momento central de la ceremonia llegó cuando, uno a uno, los 27 nuevos guardias suizos se acercaron al estandarte del cuerpo para pronunciar su juramento solemne, elevando la mano derecha con tres dedos extendidos —símbolo de la Santísima Trinidad— y pronunciando las palabras tradicionales en suiza alemana.
Al concluir la ceremonia, la banda musical de la Guardia Suiza
interpretó piezas solemnes, entre ellas el himno pontificio, mientras resonaban los aplausos de las familias presentes, emocionadas al ver a sus hijos consagrar su vida al servicio del Papa.
En su discurso final, el Papa León XIV
improvisó unas palabras que conmovieron al auditorio. “Su juramento —dijo— es un testimonio profundamente contracultural en el mundo actual. Ustedes muestran que todavía hay jóvenes dispuestos a vivir con disciplina, a servir por amor y a dar la vida por los demás”.
El Santo Padre insistió en que esta entrega debe vivirse desde la humildad evangélica: “Hoy entran en la escuela de Cristo, el siervo humilde y obediente. Que su ejemplo inspire a todos los jóvenes del mundo a redescubrir la belleza del servicio, del deber y de la fe vivida con coherencia”.
Finalmente, bendijo a los guardias y a sus familias, pidiendo a Dios que los proteja en su misión cotidiana dentro del Vaticano y en sus destinos fuera de él. “Gracias —concluyó el Papa— por su lealtad, por su alegría, por ser testigos visibles de la fe en medio de un mundo que tantas veces olvida lo esencial”.
Una tradición que une fe, historia y vocación
La Guardia Suiza Pontificia, fundada en 1506
por el Papa Julio II, es el cuerpo militar más antiguo en servicio continuo. Sus miembros son todos ciudadanos suizos, católicos practicantes, y deben cumplir estrictos requisitos de conducta, fe y compromiso.
Cada año, nuevos jóvenes se integran a este cuerpo de élite cuya misión va más allá de la protección física del Papa: son símbolo de fidelidad, entrega y servicio al Evangelio.
El acto de juramentación recuerda la epopeya del 6 de mayo de 1527, cuando 147 guardias perdieron la vida defendiendo al Papa Clemente VII durante el saqueo de Roma. Desde entonces, esa fecha quedó marcada como emblema del valor y la lealtad
de la Guardia Suiza.
La ceremonia de este año, presidida por León XIV, quedará grabada en la memoria vaticana como una reafirmación del compromiso entre fe y servicio, una expresión viva de que la fidelidad no pasa de moda y que, aún en tiempos de incertidumbre, sigue habiendo hombres dispuestos a servir a Dios a través de la obediencia y la entrega.
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