El Papa León XIV reconoce el martirio de once testigos de la fe asesinados por el nazismo y el comunismo
29 de octubre de 2025
El Santo Padre aprueba los decretos de once mártires del siglo XX y de cuatro nuevos venerables, entre ellos un español dominico y una mística cisterciense, ejemplo de fidelidad, oración y servicio a la Iglesia.
Durante una audiencia celebrada el 24 de octubre con el cardenal Marcello Semeraro, prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos, el Papa León XIV aprobó nuevos decretos que marcan un hito en el reconocimiento de la santidad contemporánea. En ellos, once mártires fueron declarados oficialmente testigos de la fe, tras haber sido asesinados “por odio a la fe” bajo los regímenes totalitarios nazi y comunista, y cuatro siervos de Dios fueron proclamados venerables por sus virtudes heroicas.
“El martirio y la santidad no pertenecen al pasado, sino al corazón vivo de la Iglesia que sigue dando testimonio del Evangelio incluso en los tiempos más oscuros”, recordó el Papa durante la audiencia.
Los nuevos mártires proceden de Polonia y la antigua Checoslovaquia, y su sacrificio se remonta a uno de los periodos más crueles del siglo XX, marcado por la persecución sistemática contra los creyentes y la represión de toda manifestación religiosa.
“El martirio y la santidad son el corazón vivo de la Iglesia: testimonios de que el amor de Cristo vence toda forma de odio y de muerte.”
Once testigos de la fe frente a los totalitarismos
Los nueve primeros mártires reconocidos por el Papa León XIV son los Siervos de Dios polacos Jan Świerc, Ignacy Antonowicz, Ignacy Dobiasz, Karol Golda, Franciszek Harazim, Ludwik Mroczek, Włodzimierz Szembek, Kazimierz Wojciechowski y Franciszek Miśka, todos ellos sacerdotes salesianos asesinados en los campos de concentración de Auschwitz y Dachau entre 1941 y 1942.
Víctimas del terror nazi tras la ocupación alemana de Polonia, estos religiosos fueron arrestados y torturados únicamente por su condición de sacerdotes. Permanecieron firmes en la fe hasta el final, ofreciendo sus sufrimientos por sus comunidades y por la paz. Su fidelidad silenciosa, su caridad en medio del horror y su perdón hacia los verdugos los convirtieron en semillas de esperanza en medio de la barbarie.
El decreto firmado por el Papa León XIV reconoce también el martirio de Jan Bula y Václav Drbola, sacerdotes diocesanos checos ejecutados entre 1951 y 1952 durante las purgas comunistas en la antigua Checoslovaquia. Ambos fueron falsamente acusados de conspirar contra el régimen tras la toma del poder por el Partido Comunista en 1948, y afrontaron la muerte manteniendo su lealtad a Cristo y a la Iglesia.
“En tiempos de oscuridad política y espiritual, su luz no se apagó. Los mártires nos enseñan que la fe no se rinde ante el miedo ni ante la violencia”, declaró el prefecto del Dicasterio durante la presentación de los decretos.
Con estos reconocimientos, el Papa León XIV subraya que los mártires del siglo XX —víctimas del odio ideológico y del rechazo a la fe— siguen siendo un faro para las generaciones actuales, que también enfrentan nuevas formas de persecución moral y cultural.
Cuatro nuevos venerables: ejemplos de santidad silenciosa
Junto al reconocimiento de los mártires, el Santo Padre aprobó los decretos que declaran venerables a cuatro siervos de Dios que destacaron por sus virtudes heroicas y su vida entregada a Dios.
Entre ellos se encuentra el español José Merino Andrés, O.P., nacido en Madrid en 1905, dominico y maestro de novicios en Palencia, conocido por su celo pastoral, su amor por la formación sacerdotal y su fidelidad al carisma de Santo Domingo. A lo largo de su vida, formó a cerca de 700 sacerdotes, guiándolos con un espíritu de profunda espiritualidad y servicio. Falleció en 1968, dejando una huella de humildad y sabiduría evangélica.
Otro nuevo venerable es el padre Gioacchino della Regina della Pace, OCD, religioso carmelita descalzo italiano, que antes de su ingreso definitivo en la orden fue custodio del Santuario de la Reina de la Paz en Liguria. Pasó diez años como carmelita terciario antes de profesar solemnemente en 1967, viviendo hasta los 95 años con una espiritualidad serena y contemplativa, marcada por la devoción mariana.
La Sierva de Dios María Evangelista Quintero Malfaz, OCist, cisterciense española del siglo XVII, fue reconocida por su vida mística y su intensa intercesión por la conversión de los pecadores. Ingresó joven al monasterio, donde se distinguió por su oración continua, su amor al silencio y su profunda comunión con Dios. Murió en 1648, siendo venerada por sus hermanas como ejemplo de caridad y obediencia.
Finalmente, el Papa León XIV declaró venerable al padre Angelo Angioni, sacerdote diocesano italiano y fundador del Instituto Misionero del Inmaculado Corazón de María. Nacido en 1915, fue ordenado para la diócesis de Ozieri en 1938 y enviado como sacerdote fidei donum a Brasil, donde dedicó su vida al acompañamiento de los pobres, seminaristas y misioneros. Su reputación de santidad —humilde, cercana y profundamente evangélica— se extendió por Italia y América Latina antes de su muerte en 2008.
“Estos nuevos venerables son testigos de una santidad cotidiana, tejida en la oración, la obediencia y el servicio discreto. En ellos, la Iglesia reconoce la belleza de las virtudes vividas sin estridencias, pero con amor heroico”, destacó el comunicado del Dicasterio.
Santidad en tiempos de prueba: el testimonio que renueva la fe
El reconocimiento de estos mártires y venerables es, en palabras del Papa, “un signo de esperanza en una época que necesita testigos más que maestros”. León XIV subrayó que las causas de canonización no son un simple ejercicio histórico, sino una llamada a redescubrir la fuerza transformadora del Evangelio en medio de las crisis del mundo moderno.
El Pontífice recordó que los mártires del siglo XX no murieron por una ideología, sino por amor a Cristo y fidelidad al pueblo de Dios, enfrentando la tortura y la muerte con serenidad y perdón. Asimismo, destacó que los venerables representan “el rostro luminoso de la Iglesia que ora, sirve y ama en silencio, haciendo de la vida cotidiana un altar donde Dios se manifiesta”.
En un momento histórico en el que la fe es desafiada por el relativismo, el materialismo y la indiferencia espiritual, el Papa exhortó a mirar estos ejemplos como semillas de un nuevo renacer espiritual: “Su testimonio nos recuerda que la santidad no es privilegio de unos pocos, sino camino posible para todos los bautizados”.
Con estos decretos, la Iglesia reafirma su compromiso de honrar a quienes, en silencio o en sacrificio, dieron su vida por la fe, mostrando que incluso en los tiempos más duros, el Espíritu Santo sigue obrando en la historia humana.
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