El Papa León XIV: “Solo Cristo Resucitado puede liberarnos del veneno de la enemistad que divide al mundo”
13 de noviembre del 2025
Ante miles de fieles congregados en la Plaza de San Pedro, el Papa León XIV ofreció una profunda catequesis centrada en el valor de la fraternidad cristiana, como parte del ciclo jubilar titulado “Jesucristo, nuestra esperanza”.
El Pontífice advirtió sobre el peligro de las divisiones, los egoísmos y el aislamiento que afectan a la humanidad contemporánea, señalando que solo la luz del Resucitado puede sanar el corazón humano y reconstruir los lazos de comunión.
“Para superar las sombras que amenazan la fraternidad hay que ir a las fuentes y obtener luz y fuerza de Aquel que solo nos libra del veneno de la enemistad”, afirmó el Santo Padre durante su alocución.
“La fraternidad que nace del corazón de Cristo Resucitado es el antídoto más poderoso contra el veneno de la enemistad que divide al mundo.”
El poder transformador de la Resurrección
El Papa León XIV explicó que la fe en la muerte y resurrección de Cristo no es una simple verdad teológica, sino una fuente viva de esperanza y renovación interior.
“Vivir la espiritualidad pascual —dijo— infunde esperanza en la vida y anima a invertir en el bien, en el amor y en la construcción de relaciones auténticas.”
El Pontífice invitó a los cristianos a mirar el mundo con los ojos del Resucitado, recordando que la fraternidad no es un sentimiento espontáneo, sino una tarea ardua y constante, especialmente en una época marcada por conflictos, guerras y tensiones sociales.
“Sabemos bien —advirtió— que los desacuerdos, las fracturas y a veces el odio pueden devastar también las relaciones entre parientes, no solo entre extraños. Pero la fraternidad no es un sueño imposible: es el fruto de una fe viva en Cristo, que nos une como hijos del mismo Padre.”
El Papa recordó que los discípulos se convirtieron verdaderamente en hermanos solo tras reconocer a Jesús como el Resucitado, cuando comprendieron que su amor los llamaba a vivir una comunión más profunda. “A partir de entonces —añadió— comenzó una historia nueva, fundada en la confianza, la entrega y la unidad que brotan del Espíritu Santo.”
“La Resurrección es el inicio de una historia nueva: en ella el miedo se convierte en fraternidad, y la soledad en comunión”, resumió el Pontífice.
La fraternidad como antídoto contra el egoísmo y la soledad
Durante su catequesis, León XIV reflexionó sobre los grandes males que aquejan a la sociedad moderna: el individualismo, el narcisismo y la pérdida del sentido comunitario.
“Cuando nos encerramos en nosotros mismos —explicó— nos enfermamos de soledad. El otro deja de ser un hermano y se convierte en un objeto de interés, en alguien de quien tomar, sin estar nunca dispuestos a entregarnos realmente.”
El Papa subrayó que esta actitud erosiona los cimientos de la humanidad y alimenta la violencia. Frente a ello, propuso volver a las raíces del Evangelio, donde la palabra “hermano” significa cuidar, sostener y proteger al otro.
“La fraternidad no es solo cuestión de sangre o parentesco —dijo—, es una vocación universal que nace del corazón de Dios. Cada persona es un don, no una amenaza.”
Inspirándose en el saludo de San Francisco de Asís, omnes fratres (“todos hermanos”), León XIV recordó que la fraternidad universal fue una intuición profética que el Papa Francisco revalorizó en su encíclica Fratelli tutti.
“El ‘todos’ de San Francisco —añadió— sigue siendo hoy el desafío más radical del Evangelio. La fraternidad no excluye a nadie, porque es reflejo de un amor sin fronteras.”
“Solo cuando aprendemos a ver al otro como hermano, y no como adversario, podemos hablar de esperanza cristiana”, insistió el Santo Padre.
Jesucristo, fuente de unidad y esperanza renovada
En la parte final de su catequesis, el Papa destacó que la fraternidad es un don que nace del corazón traspasado de Cristo.
“Jesús nos amó hasta el final —recordó—. En su pasión experimentó el abandono y el sufrimiento más profundo, pero su resurrección marcó el inicio de una nueva humanidad reconciliada.”
El Pontífice explicó que la vida comunitaria de los primeros discípulos —que “lloraban y se alegraban juntos”— es un modelo para los cristianos de hoy, llamados a vivir una unidad concreta, no idealizada, basada en la confianza mutua y el servicio.
“Los hermanos y las hermanas que se apoyan mutuamente en las pruebas no dan la espalda a quienes están necesitados: lloran y se alegran juntos en la perspectiva laboriosa de la unidad”, señaló.
Finalmente, exhortó a los fieles a renovar cada día su compromiso con el amor cristiano:
“La fraternidad que nos brindó Cristo muerto y resucitado —dijo— nos libra de las lógicas negativas del egoísmo, de las divisiones y de la prepotencia. Nos devuelve a nuestra vocación original: amar y esperar, en el nombre de un amor que se renueva cada día.”
Concluyó recordando que el camino del cristiano es un camino pascual: no exento de cruces, pero siempre orientado a la resurrección.
“Jesús —afirmó el Papa— nos indicó el camino para sentirnos ‘fratelli tutti’, hermanos todos, guiados por la esperanza que vence el mal con el bien.”
Con esta catequesis, el Papa León XIV volvió a poner el acento en el mensaje central del Jubileo: Jesucristo, nuestra esperanza viva, recordando que la verdadera paz comienza cuando cada corazón se abre al amor que reconcilia y cura.
En tiempos de incertidumbre, su llamado resuena como una brújula espiritual: solo la fuerza del Resucitado puede restaurar la fraternidad y sanar las heridas del mundo.
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