La nueva estación “Virgen María” en Teherán: un gesto de apertura o una imagen simbólica en medio de la persecución religiosa
21 de octubre de 2025
La inauguración de la estación de metro “Maryam Moghaddas” —“Virgen María” en farsi—, en pleno corazón de Teherán, ha despertado asombro, debate y reflexión dentro y fuera de Irán. Mientras unos celebran la iniciativa como un signo de respeto hacia la figura de la Madre de Jesús, otros la interpretan como una estrategia propagandística del régimen iraní para proyectar una imagen de tolerancia religiosa que contrasta con la realidad de los cristianos y otras minorías en el país.
“Nombrar una estación en honor a la Virgen María puede parecer un gesto de convivencia, pero no puede ocultar el dolor silencioso de quienes sufren por su fe”, señalan observadores internacionales.
"La fe no puede ser silenciada. Incluso bajo tierra, como en una estación de metro, el nombre de María brilla con la luz de la esperanza."
Un nombre que sorprende en la República Islámica
El pasado 18 de octubre, las redes sociales se llenaron de fotografías de la recién inaugurada estación de metro “Virgen María” (Maryam Moghaddas) en la Línea 6 del metro de Teherán, situada cerca de la Catedral Armenia de San Sarkis. Las imágenes mostraban relieves, frescos y cúpulas decoradas con motivos religiosos dedicados a María, madre de Jesús, una figura venerada también en la tradición islámica chiita.
Las fotografías, difundidas por la agencia AFP, se volvieron virales y provocaron una oleada de comentarios en todo el mundo. Para algunos usuarios, se trataba de un signo inusual de apertura cultural; para otros, una puesta en escena cuidadosamente diseñada para mejorar la imagen internacional del régimen iraní.
Según France 24, la estación llevaba más de una década en construcción, y su diseño final, con un vestíbulo abovedado y mosaicos con referencias marianas, parece buscar un punto de encuentro simbólico entre la comunidad musulmana y la minoría cristiana armenia, históricamente asentada en el país.
La embajada iraní en Ereván, a través de su cuenta oficial en la red X (antiguo Twitter), celebró la apertura como “una hermosa señal de convivencia entre los iraníes y la comunidad armenia”. Sin embargo, en un país donde las conversiones religiosas están castigadas y el cristianismo se vive con miedo y clandestinidad, muchos ven difícil conciliar esa imagen con la realidad cotidiana.
“La Virgen María es venerada tanto por musulmanes como por cristianos. Pero rendirle homenaje en un país donde la fe puede llevar a la cárcel revela una contradicción demasiado profunda para pasar desapercibida”, subraya un analista citado por ACI MENA.
La otra cara de la “convivencia” religiosa
Aunque el nombre de la estación ha sido presentado como un gesto de respeto hacia la diversidad, las condiciones de vida de las minorías religiosas en Irán siguen siendo extremadamente duras. La República Islámica prohíbe el proselitismo cristiano y castiga severamente la conversión del islam al cristianismo, considerada un acto de apostasía.
El país mantiene estrictos códigos sociales y religiosos: durante el mes del Ramadán, está prohibido comer en público incluso para quienes no son musulmanes; en Muharram, las celebraciones y bodas están vetadas; y el uso obligatorio del hiyab sigue siendo impuesto con severidad, sin distinción de creencias.
Además, las minorías religiosas —cristianos, bahaíes, zoroastrianos y judíos— están prácticamente excluidas de los empleos públicos y viven bajo vigilancia constante. En la práctica, muchos armenios, asirios y conversos cristianos son ciudadanos de segunda clase, limitados en sus derechos y libertades.
Los casos de persecución religiosa son numerosos. En febrero de 2024, el cristiano armenio Hakop Gochumyan fue condenado a prisión por participar en lo que las autoridades calificaron como “actividades cristianas ilegales”. Y según el informe 2024 de la organización Article18, con sede en Londres, 166 creyentes fueron arrestados durante el año anterior, muchos de ellos por algo tan simple como poseer varias copias de la Biblia o reunirse para rezar.
“En Irán, la fe puede ser motivo de encarcelamiento. Sin embargo, cada año son más los que, en silencio, se atreven a creer”, recuerda un misionero que acompaña a comunidades cristianas en la clandestinidad.
El cristianismo crece en la clandestinidad
Paradójicamente, mientras las restricciones se endurecen, el número de cristianos en Irán sigue creciendo. Según la organización Open Doors, en 2021 ya había cerca de 800.000 iraníes convertidos del islam al cristianismo, una cifra que continúa aumentando pese al riesgo de persecución.
La mayoría de estos creyentes vive su fe en secreto, participando en iglesias domésticas o reuniones privadas, lejos de la mirada de las autoridades. Muchos de ellos descubrieron el Evangelio a través de internet, emisiones por satélite o contactos personales, en un movimiento espiritual que se ha extendido discretamente por todo el país.
En este contexto, la aparición de una estación llamada “Virgen María” se percibe como un signo ambiguo: por un lado, refleja la profunda devoción hacia la Madre de Jesús presente también en el islam; por otro, contrasta con la realidad de censura y represión que viven quienes profesan abiertamente el cristianismo.
La figura de María —reverenciada como Maryam en el Corán— sigue siendo un puente espiritual entre musulmanes y cristianos, un símbolo de pureza, obediencia y esperanza. Tal vez, detrás de los muros de mármol de esta estación, ese nombre conserve un eco de fe que sobrevive incluso donde la libertad religiosa parece imposible.
“La Virgen María no pertenece a un solo pueblo ni a una sola religión; es el rostro de la ternura de Dios que une a los corazones más allá de las fronteras”, señalan fuentes eclesiales en diálogo con ACI Prensa.
Una devoción que resiste en medio de las sombras
Aunque para muchos observadores la nueva estación de metro es un gesto cosmético, su existencia revela una verdad más profunda: la fe sigue viva incluso bajo las estructuras más rígidas. Entre las paredes de la estación “Virgen María”, en el centro de una capital marcada por el control estatal, resuena silenciosamente el nombre de quien, para cristianos y musulmanes, fue la más humilde y fiel de las creyentes.
El relieve que adorna su entrada, representando a la Madre de Jesús, se ha convertido ya en un símbolo inesperado. No tanto de tolerancia institucional, sino de la resistencia espiritual de quienes continúan creyendo, orando y esperando en medio de la opresión.
Porque, aunque la libertad religiosa en Irán siga siendo un sueño lejano, los signos de fe —como el nombre de una estación o el susurro de una oración clandestina— siguen recordando que Dios actúa incluso en los lugares donde parece ausente.
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