La santa que esquivó el Titanic: la increíble historia de Madre Francisca Cabrini y la Providencia que marcó su vida
18 de noviembre del 2025
Al cumplirse más de un siglo del hundimiento del Titanic, una historia poco conocida vuelve a conmover a los fieles: Madre Francisca Cabrini, primera santa ciudadana de los Estados Unidos y fundadora de numerosas obras sociales, estuvo a punto de embarcar en el famoso transatlántico. La Providencia —como ella misma diría después— le cambió los planes a último momento, salvándole la vida y revelando, una vez más, la huella de Dios en su misión. Su recorrido por océanos embravecidos, icebergs colosales y peligros inesperados no solo refleja una biografía extraordinaria, sino también una fe indestructible en el Sagrado Corazón de Jesús.
“La Divina Providencia siempre vela: donde nosotros vemos peligro, Dios prepara salvación”.
“La Divina Providencia siempre vela: donde nosotros vemos peligro, Dios prepara salvación”.
Una misión urgente que la salvó del Titanic
A comienzos de abril de 1912, Madre Cabrini se encontraba en Italia con algunas de sus hermanas misioneras. Su itinerario incluía visitas a las comunidades que había fundado en Francia, España e Inglaterra, antes de regresar a Estados Unidos a mediados de mes.
Previendo el largo trayecto transatlántico, las religiosas de Inglaterra quisieron honrar a su fundadora y le compraron un pasaje en el novedoso RMS Titanic, el coloso marítimo que prometía un viaje cómodo y seguro hacia Nueva York.
Pero el cielo tenía otro plan.
Antes de partir hacia Inglaterra, la santa recibió noticias urgentes desde el Hospital Columbus, obra suya en Nueva York: el centro estaba desbordado, afrontaba problemas administrativos y necesitaba recursos inmediatos para su ampliación. Ante la gravedad de la situación, decidió cambiar todos sus planes y embarcarse desde Nápoles unos días antes, dejando sin efecto el viaje previsto en el Titanic.
Semanas después, el 5 de mayo de 1912, escribió a la hermana Gesuina Dotti una frase que hoy estremece:
“Si me enviaste cinco cartas y solo recibí dos, las otras deben haber ido a las profundidades con el Titanic. Si hubiera ido a Londres, podría haber partido en él, pero la Divina Providencia no lo permitió. Bendito sea Dios”.
Tormentas, icebergs y retrasos providenciales: aventuras en altamar
No fue la única ocasión en la que Cabrini experimentó peligros a bordo de un barco.
Veintidós años antes, durante su segundo viaje a Nueva York, viajaba en el La Normandie, con más de mil pasajeros. El mar estaba tan agitado que casi nadie salió a cenar, pero ella, acostumbrada a superar dificultades, permaneció serena, lista para actuar si el barco debía evacuarse.
Al día siguiente, en medio de una tormenta imponente, se atrevió a subir a cubierta y describió en una carta un espectáculo sorprendente:
“¡El mar está hermoso en su gran movimiento! Si todas ustedes estuvieran aquí, exclamarían: ‘¡Oh, cuán grande y maravilloso es Dios en sus obras!’”.
Aquella travesía, sin embargo, escondía un episodio aún más inquietante.
Cerca de la medianoche, el barco se detuvo de golpe por una falla en el motor. Mientras la tripulación investigaba, el mar se calmó súbitamente.
El desperfecto provocó un retraso de once horas, pero días más tarde la santa comprendió la razón: cuando retomaron la marcha, el barco quedó rodeado de enormes icebergs, doce veces más altos que la embarcación. Si hubiesen llegado horas antes, se habrían encontrado con ese campo de hielo en plena oscuridad, lo que casi con certeza habría provocado un desastre.
Cabrini lo interpretó como una nueva muestra del cuidado divino.
Un registro de su santuario lo resume así:
“Sin aquella avería, el encuentro con los icebergs habría sido fatal. El retraso fue una gracia inmensa.”
Milagros en tierra firme y una confianza absoluta en el Sagrado Corazón
La vida de Madre Cabrini estuvo marcada también por peligros en tierra. En una ocasión, mientras viajaba en tren entre dos orfanatos cerca de Dallas, un grupo de asaltantes abrió fuego contra los vagones.
Una bala dirigida directamente hacia su cabeza cayó sin herirla.
A quienes se sorprendieron de verla ilesa, respondió con serenidad:
“Fue el Sagrado Corazón, a quien había encomendado el viaje”.
Para ella, la Providencia no era una idea poética, sino una realidad que experimentaba día tras día, ya fuera en medio de océanos embravecidos, en trenes atacados o ante la responsabilidad de dirigir obras que transformaban vidas. Lo expresaba con profunda convicción:
“Sostenida por mi Amado, ninguna adversidad puede conmoverme. Pero si confío en mí misma, caeré”.
Y también:
“Ante cualquier dificultad, quiero confiar en la bondad del Sagrado Corazón de Jesús, que jamás me abandonará”.
La historia de Madre Francisca Cabrini no es solo la de una mujer valiente que viajó por el mundo para servir a los más vulnerables; es la de una santa que vio la mano de Dios en cada giro inesperado de su camino. Hoy, su testimonio ilumina la vida de quienes buscan confiar plenamente en el Amor que nunca falla.
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