León XIV llama a redescubrir la “fuerza revolucionaria de la ternura” de María: “La humildad no es debilidad, es fortaleza del alma”
13 de octubre de 2025
Durante la celebración del Jubileo de la Espiritualidad Mariana en la Plaza de San Pedro, el Papa León XIV invitó a los fieles a mirar a la Virgen como modelo de fuerza, ternura y esperanza. Ante una multitud de 30.000 personas, el Pontífice reivindicó la “revolución del afecto” que encarna María, y alertó contra la tentación de una fe sin compasión que convierte al diferente en enemigo. La celebración culminó con la presencia de la imagen original de la Virgen de Fátima, traída en procesión hasta el corazón de la cristiandad.
“En María descubrimos que la humildad y la ternura no son virtudes de los débiles, sino de los fuertes, que no necesitan herir para sentirse importantes.”
"La ternura de María es la revolución más profunda: cambia el mundo sin violencia, sólo con el poder del amor"
La ternura de María, fuerza que transforma el mundo
El Papa León XIV presidió este domingo en la Plaza de San Pedro la Misa del Jubileo de la Espiritualidad Mariana, una jornada que congregó a miles de peregrinos, religiosos, rectores de santuarios y miembros de cofradías llegados desde diversos países. En un clima de profunda devoción, el Santo Padre centró su homilía en la figura de la Virgen María como símbolo vivo de la ternura divina y como camino de transformación para el mundo.
“En ella vemos —afirmó el Pontífice— que la humildad y la ternura no son virtudes de los débiles, sino de los fuertes, que no necesitan maltratar a los demás para sentirse importantes.” Citando las palabras de su predecesor Francisco en Evangelii gaudium, recordó que “cada vez que miramos a María, volvemos a creer en la fuerza revolucionaria de la ternura y del afecto”.
León XIV explicó que esta “revolución de la ternura” es una fuerza que puede cambiar la historia desde dentro, como lo hizo María con su “sí” al plan de Dios. “Ella nos enseña que el amor no se impone, sino que se ofrece, y que el mundo cambia cuando se ama sin medida.”
El Santo Padre lamentó que, en una sociedad dominada por la prisa y la competencia, “dejamos de vivir verdaderos encuentros con los demás”, impidiéndonos participar, como María, “en el cambio del mundo y en la alegría del Magníficat”.
“La auténtica espiritualidad mariana hace presente en la Iglesia la ternura de Dios, su maternidad que consuela, abraza y renueva.”
León XIV recordó que el camino de María “sigue el de Jesús, y el de Jesús va hacia cada ser humano, especialmente hacia los pobres, los heridos y los pecadores”. Por ello, exhortó a los cristianos a mantener a Cristo en el centro de la vida espiritual, señalando que “eso es lo que marca la diferencia entre las espiritualidades humanas y el camino de Dios”.
María, espejo del Evangelio que derriba los tronos del orgullo
En una de las reflexiones más profundas de la homilía, el Papa destacó que la espiritualidad mariana nos introduce en la historia iluminada por el cielo. “Nos ayuda —dijo— a ver a los soberbios dispersos en los pensamientos de su corazón, a los poderosos derribados de sus tronos y a los ricos despedidos con las manos vacías.”
Recordó que María “es la mujer que contempla y guarda en su corazón los misterios de Dios”, y que su vida invita a meditar los acontecimientos donde el Resucitado sigue llamándonos. “El afecto por María nos educa a volver a Dios, a reconocer sus visitas discretas, a leer su paso por los momentos pequeños y grandes de nuestra existencia.”
El Papa afirmó que esta mirada mariana es esencial para la Iglesia de hoy, pues rescata la ternura en tiempos de dureza. “María no mira desde arriba, sino desde el corazón; no juzga, acompaña. Nos enseña que la humildad no resta dignidad, sino que la engrandece”, expresó.
Asimismo, insistió en que “la fe auténtica no se construye con discursos altisonantes, sino con gestos silenciosos de amor, como los de la Virgen en Nazaret”. Por eso, pidió a los fieles que vivan su devoción mariana no como un sentimentalismo pasajero, sino como una escuela de misericordia activa, comprometida con los pobres y los que sufren.
“María nos enseña a mirar al mundo desde el corazón de Dios, no desde la lógica del poder o del éxito.”
Fe sin compasión: la advertencia del Papa ante la instrumentalización religiosa
En otro momento de su homilía, León XIV advirtió sobre “la instrumentalización de la fe”, una tentación que lleva a algunos a usar la religión como bandera ideológica o como excusa para excluir a los demás.
“Cuidémonos de toda instrumentalización de la fe —alertó—, que corre el riesgo de transformar a los diferentes, a menudo los pobres, en enemigos, en leprosos a los que hay que evitar y rechazar.”
Comentando el pasaje evangélico de los leprosos curados por Jesús, el Papa lamentó que “la gracia de Dios a veces nos alcanza, pero no encuentra respuesta; nos cura, pero no nos compromete”. Y recordó que el verdadero culto no consiste en subir al templo, sino en seguir a Cristo: “Existen formas de culto que no nos unen a los demás y nos anestesian el corazón.”
El Pontífice se refirió también a la carta de San Pablo a Timoteo, recordando su exhortación a no perder el centro de la fe: “Jesucristo resucitado”. “No vaciemos su nombre de su historia, de su cruz —pidió—. Lo que nosotros consideramos excesivo y lo crucificamos, Dios lo resucita porque no puede renegar de sí mismo.”
De esta fidelidad de Dios brota, según León XIV, la verdadera espiritualidad cristiana: una vida que se llena de compasión, de servicio y de esperanza. “Nuestra fe nos compromete a colmar de bienes a los hambrientos y a enaltecer a los humildes. Cuantos menos títulos se tengan, más claro se ve que el amor es pura gracia”, señaló.
“Dios es puro don. Cuando olvidamos eso, la fe se convierte en ideología y deja de salvar.”
Una celebración bajo el amparo de Fátima y el espíritu del Jubileo
El Jubileo de la Espiritualidad Mariana tuvo uno de sus momentos más emocionantes con la presencia de la imagen original de la Virgen de Fátima, traída en procesión desde la iglesia de Santa María in Traspontina hasta la Plaza de San Pedro. Miles de peregrinos acompañaron el recorrido con velas encendidas, entonando cantos marianos mientras la figura de la Madre de Dios avanzaba lentamente hacia el altar.
En este contexto de fe y recogimiento, el Papa pidió a los fieles mantener viva la espiritualidad cristiana y la devoción popular, valorando los lugares y acontecimientos donde Dios ha tocado la historia humana. “Hagamos de esta espiritualidad —dijo— un motor de renovación y de conversión, de restitución y de liberación.”
Concluyó su homilía confiando el Jubileo a la intercesión de María Santísima: “Que Ella, nuestra esperanza, nos oriente siempre hacia Jesús, el Señor crucificado. En Él está la salvación para todos.”
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