“Que nadie se pierda para siempre”: El Papa León XIV llama a una esperanza activa en el Día de los Difuntos
03 de noviembre del 2025
En un mensaje profundamente alentador para la fe cristiana, el Papa León XIV recordó este domingo, durante el rezo del Ángelus, que el corazón de las preocupaciones divinas es salvar a cada ser humano. “El núcleo de la preocupación de Dios es que nadie se pierda para siempre, que cada uno tenga su lugar y resplandezca en su unicidad”, afirmó el Pontífice desde la Plaza de San Pedro ante miles de fieles congregados en la conmemoración de los Fieles Difuntos.
Con un lenguaje cercano y cargado de esperanza, el Papa invitó a vivir estos días no con nostalgia por los que ya partieron, sino como una afirmación renovada del mensaje pascual: la promesa de resurrección. “La resurrección de entre los muertos de Jesús, el Crucificado, ilumina en estos primeros días de noviembre el destino de cada uno de nosotros”, subrayó el Santo Padre.
“El núcleo de la preocupación de Dios es que nadie se pierda para siempre, que cada uno tenga su lugar y resplandezca en su unicidad”.
La promesa de Cristo: el Padre no quiere perder a ninguno de los suyos
El Pontífice citó el Evangelio de San Juan para iluminar el sentido de esta certeza:
“La voluntad del que me ha enviado es que yo no pierda nada de lo que Él me dio, sino que lo resucite en el último día”.
Estas palabras, explicó León XIV, son el centro del consuelo cristiano ante la muerte: el plan de Dios no es el olvido ni el abandono, sino la vida eterna en plenitud.
El Papa invitó a los presentes a abrazar esta visión trascendente al recordar a sus seres queridos: “Cada persona es un mundo entero”, dijo, enfatizando que la memoria es un acto de amor y resurrección espiritual.
Asimismo, pidió que esta conmemoración no sea vivida como un regreso doloroso a lo que ya no está, sino como un adelanto del encuentro definitivo con Dios, donde la muerte no tiene la última palabra.
Todos los Santos: la comunión que hace brillar nuestras diferencias
En su meditación, León XIV aludió a la solemnidad de Todos los Santos, celebrada el día anterior, para recordar que la santidad no borra las diferencias entre los seres humanos, sino que las lleva a su plenitud.
Afirmó que esta festividad es una verdadera “comunión de las diferencias”, donde la vida de Dios se expande a cada hijo e hija que ha querido pertenecer a Él.
Y añadió que el ejemplo de los santos nos recuerda cómo la vida eterna no es una prolongación monótona del tiempo, sino una inmersión en el amor divino, donde no existen ya el antes ni el después. En este punto, el Papa evocó las palabras de su predecesor, Benedicto XVI, quien describió el Cielo como “un sumergirse en el océano infinito del amor”.
Una memoria viva que salva del olvido
El Papa León XIV subrayó que, sin la memoria de Jesús —vida, muerte y resurrección— “el inmenso tesoro que es cada vida se expone al olvido”.
Pero frente a ese riesgo, recordó que Cristo es la piedra angular, incluso para quienes nadie recuerda o para aquellos a quienes la historia ha silenciado:
“La memoria viva de Jesús hace que, incluso quien nadie recuerda, aparezca en su infinita dignidad”.
Desde esta certeza, el Santo Padre hizo un llamado a no quedarnos atrapados en la nostalgia o en el dolor del presente, sino a caminar hacia el futuro con esperanza.
“Conmemoramos, por tanto, el futuro. No estamos encerrados en el pasado, en las lágrimas de la nostalgia; tampoco estamos confinados en el presente como en un sepulcro”.
Para él, estos días de noviembre son una invitación a dar un paso de fe hacia el horizonte eterno, donde cada vida humana alcanza su destino último: el abrazo de Dios.
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