Apenas hace un par de semanas leímos el santo Evangelio donde se escribe sobre la Transfiguración del Señor.
Ese relato lo escribieron San Mateo, San Marcos y San Lucas. En él leemos: “Su cara brillaba como el sol, y su ropa se volvió blanca como la luz”.
En cierta ocasión una persona que escribe en un canal católico de la “Internet” comentó que la Transfiguración revela nuestra Fe y que ese pasaje del santo Evangelio debe ser meditado a fondo.
El Papa san Juan Pablo II proclamó que los jueves se deben leer los rosarios llamados “Misterios Luminosos”, precisamente por lo que escribieron tres de los cuatro Evangelistas.
En efecto, la Transfiguración debe ser llamada un “suceso” en lugar de una “visión”. Empezamos por leer en el Cap. XVII de san Mateo que los discípulos de Jesús estaban dormidos, mientras que el Divino Maestro conversaba con Moisés y Elías. La explicación es que los discípulos sintieron el calor del mediodía y, como decimos en el lenguaje popular, “tomaron una siesta”.
Después de haber despertado, vieron que el rostro de Cristo cambió y que sus vestiduras eran de una blancura resplandeciente; es decir, Cristo en su totalidad se volvió resplandeciente, un atisbo de lo que igualmente los discípulos vieron en Su Gloriosa Ascensión al Cielo.
«Por otro lado, en sus muchas obras santo Tomas de Aquino se refiere a la Transfiguración y escribe que en el Cielo seremos glorificados y que nuestro cuerpo será el mismo, pero con cuatro atributos muy diferentes a los físicos. El Doctor Angélico los menciona: identidad, continuidad, calidad e impasibilidad.»