Arte, fe y fraternidad: el Papa acoge símbolos de esperanza en la última audiencia jubilar del año

La última audiencia jubilar del año en el Vaticano se convirtió en un gesto elocuente de lo que la Iglesia desea ofrecer al mundo en este tiempo: esperanza, memoria y compromiso con la dignidad humana.

Al término del encuentro, el Papa León XIV recibió diversas obras de arte y símbolos cargados de significado, creados por artistas y representantes de distintos ámbitos que quisieron expresar, a través de la belleza, una llamada a la fraternidad y a la responsabilidad ética en un mundo herido por conflictos, injusticias y exclusiones.

“Cuando el arte, la fe y el compromiso humano se encuentran, nace una esperanza capaz de iluminar incluso las heridas más profundas del mundo.”

El arte como memoria del dolor y compromiso con los más frágiles

Entre los obsequios entregados al Pontífice destacó la escultura realizada por el artista italiano Domenico Sepe, dedicada al Papa Francisco. La obra no es un simple retrato, sino una profunda meditación visual sobre el drama de la migración y la respuesta evangélica que la Iglesia está llamada a ofrecer. La escultura incorpora fragmentos del barco que naufragó frente a las costas de Cutro en 2023, una tragedia que costó la vida a 94 personas y que se convirtió en símbolo del sufrimiento de miles de migrantes.

La presencia de una cruz y un ancla integradas en la pieza refuerza su mensaje: la cruz como signo del sacrificio y del dolor asumido, y el ancla como imagen de la esperanza que no defrauda. El manto que cubre la figura evoca el hábito de San Francisco de Asís, subrayando la cercanía con los pobres y descartados, mientras que las dos piedras sobre las que se apoya recuerdan la solidez y la responsabilidad del ministerio petrino al servicio de la humanidad.

Una cruz que invita a dejarse vencer por el amor de Cristo

Otro de los momentos significativos de la audiencia fue la entrega de la llamada “Cruz de la Esperanza”, ofrecida por la artista francesa Isabelle Rigal. La obra, tallada en madera procedente de Nueva Zelanda, destaca no solo por su sobriedad estética, sino por la profundidad simbólica del material elegido: una madera antigua, cargada de historia, que remite a los siglos de evangelización de la Iglesia y a la continuidad de la fe a través del tiempo.

Según explicó la propia autora en declaraciones a Vatican News, la cruz quiere ser una invitación silenciosa pero firme a dejarse transformar por el amor de Cristo, un amor que atraviesa culturas, continentes y generaciones. En un mundo marcado por la fragmentación, la cruz se presenta así no como un signo de derrota, sino como un punto de encuentro y reconciliación.

Deporte, ética y fraternidad: una llamada que va más allá del Vaticano

La audiencia jubilar también contó con la presencia del procurador federal de la Federación Italiana de Fútbol, Giuseppe Chiné, quien entregó al Papa un banderín especial de la selección italiana. En él se leía un mensaje claro: la promoción de la lealtad, la corrección y la probidad en el deporte. El gesto quiso subrayar que los valores evangélicos no se limitan al ámbito religioso, sino que deben impregnar también espacios tan influyentes como el deporte.

Chiné explicó que, en un contexto global atravesado por conflictos no solo bélicos, sino también sociales y culturales, el deporte puede y debe contribuir a la construcción de una cultura del respeto y la justicia. Las discriminaciones y violencias que se combaten en el ámbito deportivo —señaló— son reflejo de las mismas heridas que afectan a la sociedad en su conjunto y que la Iglesia aborda a través de la educación y la sensibilización.

En esta misma línea, recordó los recientes encuentros mantenidos en el Vaticano por el Comité Olímpico Nacional Italiano (CONI) y el Comité Italiano Paralímpico (CIP) con el cardenal José Tolentino de Mendonça, prefecto del Dicasterio para la Cultura y la Educación, y con Athletica Vaticana, reforzando un diálogo que busca situar la ética, la inclusión y la fraternidad en el centro de la práctica deportiva.



La última audiencia jubilar del año dejó así una imagen poderosa: la de un Papa que recibe, en nombre de toda la Iglesia, signos concretos de dolor transformado en memoria, de belleza convertida en anuncio y de valores que aspiran a hacerse vida. En la antesala de un nuevo año, estos gestos recuerdan que la esperanza cristiana no es evasión, sino una responsabilidad compartida para construir un mundo más justo y fraterno.