“Donde esté tu tesoro, allí estará tu corazón”: León XIV invita a releer la vida desde la Pascua
18 de diciembre del 2025
En una Audiencia General marcada por un tono profundamente espiritual y, a la vez, incisivamente crítico con las lógicas dominantes de nuestro tiempo, el Papa León XIV propuso a los fieles una clave esencial para interpretar la existencia cristiana: aprender a leer la vida bajo el signo de la Pascua.
Desde esa perspectiva, el Pontífice recordó que el valor auténtico de la persona no se mide por lo que posee ni por el éxito que aparenta, sino por aquello que guarda en lo más profundo de su corazón. En una sociedad obsesionada con la acumulación y el rendimiento, el Papa advirtió con claridad que “el verdadero tesoro no se conserva en las cajas fuertes de la tierra”, sino en el interior del ser humano, allí donde Dios quiere habitar.
Su catequesis se convirtió así en una invitación a detenerse, a discernir y a recuperar el sentido último de la vida cristiana, anclada no en lo efímero, sino en el amor que nace del encuentro con Cristo Resucitado.
“El verdadero tesoro no se acumula ni se protege con llaves, sino que se guarda en el corazón que aprende a amar desde la Pascua.”
Una cultura que mide la vida por lo que se acumula
León XIV comenzó su reflexión señalando una de las tentaciones más extendidas de nuestro tiempo: confundir el valor de la vida con la acumulación de bienes materiales, inversiones y éxitos visibles. Frente a esta lógica, el Papa fue contundente al afirmar que el corazón humano no puede ser reducido a una caja de seguridad ni a un balance financiero.
Denunció además que la idolatría del dinero y de la rentabilidad, especialmente cuando se concentra de manera injusta, tiene consecuencias devastadoras: no solo vacía de sentido la existencia de quienes la persiguen, sino que se sostiene a menudo a costa del sufrimiento de millones de personas y del deterioro de la creación. En este punto, el Pontífice recordó que incluso quienes parecen haber “triunfado” según los criterios del mundo pueden experimentar una profunda desorientación interior.
La advertencia no fue abstracta. El Papa la vinculó a la experiencia cotidiana de muchos hombres y mujeres atrapados en una dinámica constante de actividad, productividad y urgencia, donde se exige obtener resultados cada vez más rápidos, pero sin tiempo para preguntarse por el sentido de lo que se hace.
“Múltiples actividades que no siempre satisfacen”
En uno de los pasajes más cercanos de su catequesis, León XIV puso palabras a una experiencia ampliamente compartida: la de quienes llenan sus días de tareas, compromisos y responsabilidades, pero al llegar la noche sienten un vacío difícil de explicar. No es el cansancio físico lo que pesa, sino la sensación de haber vivido sin profundidad.
El Papa formuló entonces una pregunta decisiva: ¿por qué ocurre esto? Y ofreció una respuesta tan sencilla como reveladora: porque el ser humano no es una máquina. Más aún, afirmó, no solo tenemos un corazón, sino que, en cierto sentido, somos un corazón. Un corazón que busca, que desea, que anhela algo más que la simple eficacia.
Para iluminar esta verdad, recurrió al Evangelio de san Mateo, recordando las palabras de Jesús: “Donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón”. Con esta cita, León XIV subrayó que el problema no es la actividad en sí, sino aquello que ocupa el centro de la vida. Cuando el tesoro se coloca en lo pasajero, el corazón termina disperso y fatigado; cuando se orienta hacia lo eterno, encuentra reposo y plenitud.
El corazón inquieto y la mirada pascual
A continuación, el Santo Padre invitó a contemplar la realidad desde una clave pascual, es decir, desde la luz de Cristo Resucitado. Solo así —explicó— se accede a la esencia más profunda de la persona humana: ese cor inquietum del que hablaba san Agustín, un corazón inquieto porque está hecho para algo más grande que los bienes de este mundo.
León XIV explicó que la inquietud del corazón no es un defecto, sino una señal de su orientación natural hacia la plenitud. El error consiste en intentar calmar esa inquietud con posesiones, reconocimientos o seguridades materiales que, tarde o temprano, se revelan insuficientes.
El destino auténtico del corazón humano, insistió el Papa, no se encuentra en la posesión de lo creado, sino en el encuentro con el Amor que lo ha creado. Ese amor tiene un nombre: Dios mismo. Y ese encuentro se concreta de manera muy real en el amor al prójimo, en el rostro concreto de los hermanos y hermanas que se cruzan en nuestro camino y reclaman nuestra atención.
Amar, sin embargo, exige un cambio de ritmo. León XIV subrayó que para amar de verdad es necesario ralentizar el paso, mirar a los ojos, estar dispuestos incluso a modificar planes y direcciones. Solo así el corazón regresa a la fuente de su ser y experimenta una alegría que no se consume ni defrauda.
El belén, escuela silenciosa del tesoro verdadero
En la parte final de su catequesis, el Papa quiso hacer una llamada concreta y cercana a la vida familiar. Invitó a no perder la tradición de montar el belén en los hogares, recordando que esta práctica no es solo un adorno navideño, sino una profunda catequesis visual sobre el misterio de la Encarnación.
El belén —explicó— recuerda que Dios ha elegido habitar entre nosotros en la sencillez, lejos de las lógicas del poder y la riqueza. Mantener viva esta tradición significa custodiar una memoria que es esencial para la fe, pero también para la cultura cristiana, porque enseña dónde se encuentra el verdadero tesoro: en un Niño que se entrega por amor.
Con esta exhortación final, León XIV cerró una catequesis que resonó como una invitación a la conversión interior y a la recuperación de lo esencial, especialmente en un tiempo en el que el corazón corre el riesgo de dispersarse entre mil estímulos.
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