Hasta el final como pastor: los últimos gestos de entrega silenciosa del Papa Francisco
18 de diciembre del 2025
El 17 de diciembre de 2025 el Papa Francisco habría cumplido 89 años. Su fallecimiento, ocurrido meses antes, marcó un antes y un después en la historia reciente de la Iglesia. Aunque el Pueblo de Dios camina ya con un nuevo Sucesor de Pedro, la memoria del primer Papa latinoamericano sigue viva en millones de corazones que reconocen en él a un pastor que se entregó sin reservas, incluso cuando el cuerpo ya no respondía.
Lejos de discursos solemnes o despedidas programadas, los últimos meses de Francisco estuvieron llenos de gestos pequeños y profundamente elocuentes. Signos que hablaron más que las palabras y que revelaron, hasta el final, su identidad esencial: un padre que no abandona a su pueblo, un servidor que permanece fiel a su misión aun en la fragilidad extrema.
“Cuando el cuerpo ya no podía, el Papa Francisco siguió pastoreando con el corazón, hasta entregar su último gesto a la Iglesia.”
Cuando la voz se apaga, pero la misión permanece
El 12 de febrero de 2025, el Papa Francisco presidió lo que sería su última Audiencia General. Visiblemente debilitado por una bronquitis persistente, tuvo que pedir a un sacerdote que leyera la catequesis preparada. Sin embargo, no quiso renunciar al encuentro personal con los fieles ni a su saludo inicial.
Con una voz cansada, pero serena, se dirigió brevemente a los presentes, reconociendo su limitación física y expresando su esperanza de poder volver a hablar pronto. Aquellas palabras sencillas —pronunciadas casi como una confidencia— mostraban ya una realidad incuestionable: el cuerpo comenzaba a fallar, pero el corazón pastoral seguía firme.
Dos días después, su estado de salud se agravó y fue ingresado en el Hospital Agostino Gemelli, donde se le diagnosticó una neumonía bilateral que lo mantuvo hospitalizado durante casi seis semanas.
Desde la cama del hospital, un pastor que sigue agradeciendo
Durante su estancia en el Gemelli, cuando llevaba ya varias semanas ingresado, el Papa quiso hacer llegar un mensaje de audio a los fieles. No fue un comunicado oficial ni una declaración extensa, sino un breve saludo cargado de cercanía. En la grabación se percibía claramente su respiración dificultosa, pero también su estilo inconfundible: agradecer las oraciones, manifestar su cercanía espiritual y animar al Pueblo de Dios. Incluso postrado en una cama de hospital, Francisco seguía ejerciendo su paternidad espiritual, recordando que el ministerio petrino no se suspende con la enfermedad.
Una bendición desde la ventana: el padre que no se esconde
El 23 de marzo, el Papa Francisco apareció por primera vez en público tras su hospitalización. Lo hizo desde una ventana del Hospital Gemelli, donde se asomó para impartir la bendición a los fieles que rezaban a las puertas del centro médico. El esfuerzo físico era evidente. Aun así, trazó la señal de la cruz y saludó con sencillez, en una imagen que evocó inevitablemente la memoria de San Juan Pablo II: un Papa profundamente enfermo que, sin embargo, no deja de bendecir ni de acompañar. Ese mismo día se anunció su alta hospitalaria y el inicio de una larga convalecencia en el Vaticano, estimada en al menos dos meses.
Humor y humanidad en medio de la fragilidad
Ni siquiera la enfermedad logró apagar uno de los rasgos más característicos del pontificado de Francisco: su sentido del humor. El 16 de abril, menos de un mes después de abandonar el hospital, recibió en el Vaticano a miembros de la comunidad del Gemelli.
Con una sonrisa y una frase espontánea —“Cuando las mujeres están al mando, las cosas funcionan”— provocó risas entre los presentes. Muchos han recordado ese momento como su último chiste público, una escena sencilla que confirmó algo esencial: su cercanía nacía de una humanidad sincera, capaz de reír incluso en el dolor.
Jueves Santo entre rejas: fidelidad a los últimos
El 17 de abril, Jueves Santo, el Papa realizó una breve pero significativa visita a la prisión romana de Regina Coeli. Todavía convaleciente, quiso encontrarse con unos 70 reclusos de diversas nacionalidades que participan habitualmente en la pastoral penitenciaria.
Con palabras humildes, explicó que ese año no podía realizar el tradicional lavatorio de los pies, pero que no quería renunciar a estar cerca de ellos. Rezó con los internos, compartió el Padrenuestro y les impartió la bendición. La visita apenas superó la media hora, pero fue uno de los gestos más coherentes con su magisterio: una Iglesia que no olvida a quienes viven en los márgenes.
Pascua y despedida: la última bendición y el último recorrido
El 20 de abril de 2025, Domingo de Pascua, tuvo lugar su última aparición pública. Francisco se asomó para impartir la bendición Urbi et Orbi, visiblemente exhausto y extremadamente frágil. Aun así, quiso ofrecer ese último gesto de padre universal a la Iglesia y al mundo.
Pocos minutos después, recorrió por última vez la Plaza de San Pedro en el papamóvil. No hubo palabras, pero sí miradas, gestos de afecto y una presencia silenciosa que muchos interpretaron como una despedida confiada, marcada por la cruz y por la esperanza en la Resurrección.
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