“Matrimonio, vocación de santidad”: los obispos españoles llaman a redescubrir el amor conyugal como camino de plenitud cristiana

En un contexto social marcado por la fragilidad de los vínculos, la desconfianza ante los compromisos duraderos y una creciente crisis de sentido en la vida familiar, los obispos españoles han elevado una voz clara y esperanzadora: hoy más que nunca, la Iglesia y la sociedad necesitan matrimonios santos.

Así lo expresan en su mensaje con motivo de la Jornada de la Sagrada Familia, que se celebrará el próximo 28 de diciembre bajo el lema “Matrimonio, vocación de santidad”, una invitación directa a contemplar el matrimonio no como una opción secundaria o meramente privada, sino como una auténtica llamada de Dios y un camino privilegiado de santificación.



El texto, elaborado por los obispos de la Subcomisión Episcopal para la Familia y Defensa de la Vida de la Conferencia Episcopal Española (CEE), propone una profunda reflexión sobre el valor vocacional del matrimonio cristiano, subrayando su dimensión eclesial, social y misionera, y recordando que en él se juega buena parte del futuro de la Iglesia y de la sociedad.

“En un mundo herido por el individualismo, la Iglesia necesita matrimonios santos que hagan visible, con su vida, el amor fiel y fecundo de Dios.”

La vocación matrimonial: escuchar y acoger el plan de Dios

En su mensaje, los prelados sitúan la vocación matrimonial dentro del gran horizonte del discernimiento cristiano. Frente a una concepción individualista de la vida, recuerdan que la vocación no es el resultado de una elección aislada ni de un cálculo humano, sino ante todo la acogida confiada del plan de Dios, que se revela en la historia concreta de cada persona.

En este sentido, insisten en que la felicidad auténtica solo se alcanza cuando la respuesta al amor de Dios es positiva y generosa, pues esa respuesta introduce al hombre y a la mujer en una comunión más profunda no solo con Dios, sino también con los demás. El ser humano, creado a imagen y semejanza del Dios Trinidad —que es comunión de amor—, solo puede realizarse plenamente cuando vive desde la lógica del don, del amor que se entrega y se comparte. Desde esta perspectiva, el matrimonio aparece como un espacio privilegiado donde esa vocación al amor se encarna de modo concreto, cotidiano y fecundo, convirtiéndose en una verdadera escuela de santidad.

Una llamada que nace del encuentro y transforma el amor humano

Los obispos subrayan con especial énfasis que la vocación matrimonial no surge como una idea abstracta ni como una decisión teórica previa al encuentro personal. Muy al contrario, nace del encuentro con una persona concreta, en la experiencia real del amor humano, que es asumido, purificado y elevado por la gracia.

La vocación matrimonial, explican, no se separa de la experiencia afectiva, sino que la ilumina y la conduce a su plenitud. En el sacramento del matrimonio, el amor entre los esposos se convierte en un verdadero lugar de llamada y de misión, donde Dios invita a los cónyuges a ser signo visible de su amor fiel, creador y definitivo. De este modo, el matrimonio cristiano no es solo un proyecto personal, sino una realidad con una profunda dimensión eclesial: los esposos están llamados a reflejar, con su vida y su amor, el misterio del amor de Dios por su pueblo, haciendo visible en el mundo la alianza que no se rompe.

Familia y sociedad: fecundidad, apertura a la vida y bien común

El mensaje episcopal pone también el acento en la dimensión social del matrimonio. Los obispos recuerdan que la familia es el germen de la sociedad, el lugar donde se aprende a amar, a convivir y a abrirse al otro. La apertura a la vida no es, por tanto, un elemento accesorio, sino una dimensión esencial de la vocación matrimonial.

Incluso en situaciones de infertilidad, señalan los prelados, la fecundidad sigue siendo el horizonte que da sentido al matrimonio, pues no se reduce únicamente a la generación biológica, sino que se expresa también en la capacidad de amar, acoger, educar y servir. Es esta fecundidad, vivida de múltiples formas, la que realiza profundamente a los esposos y contribuye al bien común.

En un tiempo en el que el matrimonio y la familia se ven amenazados por múltiples factores —económicos, culturales y sociales—, los obispos advierten de las consecuencias de una sociedad que prescinde de esposos abiertos a un amor fecundo y estable.

La urgencia de matrimonios santos en un mundo herido

Uno de los puntos centrales del mensaje es la denuncia del error de separar la santidad de la vida matrimonial. Los obispos señalan que, en el mundo actual, el matrimonio se encuentra frecuentemente desprestigiado y debilitado por el egoísmo, la falta de compromiso, el individualismo, la exaltación del “yo” y las dificultades materiales.

Frente a este panorama, la Iglesia proclama con fuerza la necesidad de matrimonios santos, capaces de dar un testimonio valiente y perseverante del amor de Cristo. No se trata de matrimonios perfectos, sino de esposos que, sostenidos por la gracia, viven su vocación con fidelidad, humildad y esperanza.

Estas familias, vividas como auténticas “Iglesias domésticas”, están llamadas a ser signos vivos del amor de Cristo por su esposa, la Iglesia, manifestando en la vida cotidiana la gracia que las capacita para responder a la llamada de Dios y reflejar su amor único, fiel y entregado.

Una invitación a redescubrir el matrimonio como don y misión

El mensaje concluye con una llamada clara y directa a redescubrir la vocación matrimonial en toda su profundidad. Los obispos animan a los fieles a contemplar el matrimonio no solo como una institución humana, sino como un don precioso de Dios, una misión confiada a los esposos y un camino real de santidad en medio del mundo.



En la Jornada de la Sagrada Familia, la Iglesia en España invita así a mirar de nuevo a Nazaret, a la vida escondida de Jesús, María y José, como fuente de inspiración para los matrimonios y las familias de hoy, llamadas a ser luz y esperanza en medio de una sociedad necesitada de amor verdadero.