El Papa León XIV: el pesebre como signo vivo de esperanza y compañía en el camino de la salvación

En los días previos a la Navidad, cuando la Iglesia contempla con especial hondura el misterio de la Encarnación, el Papa León XIV ha querido subrayar el profundo valor espiritual del pesebre como expresión visible de una verdad esencial de la fe cristiana: Dios no abandona nunca a su pueblo.

Durante una audiencia celebrada en el Aula de las Bendiciones del Vaticano, el Santo Padre recibió a los artistas y participantes del tradicional Pesebre Viviente de la Basílica papal de Santa María la Mayor, a quienes dirigió un mensaje cargado de contenido teológico, pastoral y profundamente humano.



El Pontífice recordó que el belén no es una simple representación artística o una costumbre folclórica, sino una auténtica proclamación del Evangelio que atraviesa generaciones, culturas y pueblos. En él, afirmó, se nos recuerda que todos formamos parte de una “maravillosa aventura de salvación” en la que nadie camina solo.

“El pesebre nos recuerda que, en la historia y en la vida cotidiana, nunca estamos solos en el camino de la salvación.”

El pesebre, lenguaje universal del misterio de la Encarnación

El Papa León XIV destacó que, desde los primeros siglos, los cristianos han sabido representar el misterio del nacimiento de Jesús incorporando elementos propios de sus culturas, paisajes y tradiciones. De este modo, el pesebre se ha convertido en un lenguaje universal capaz de hacer cercano y comprensible el acontecimiento central de la fe cristiana: Dios hecho hombre.

En este contexto, el Pontífice recordó que la Basílica de Santa María la Mayor custodia la venerada reliquia de la Sagrada Cuna del Niño Jesús, signo tangible de la humildad con la que el Hijo de Dios quiso entrar en la historia. Fue precisamente esta reliquia, explicó, la que inspiró a san Francisco de Asís a representar por primera vez el belén en Greccio, en el año 1223, dando origen a una tradición que, con el paso de los siglos, se ha difundido por todo el mundo.

Desde aquella gruta de Belén —donde María, José y el Niño se presentan en una pobreza desarmante— los creyentes son invitados, según el Papa, a ponerse nuevamente en camino, dispuestos a comenzar una vida renovada siguiendo las huellas de Cristo.

Peregrinos de esperanza en medio del mundo

El Santo Padre subrayó que quienes participan en la representación del pesebre no son meros actores, sino auténticos testigos y peregrinos de esperanza. A través de la procesión, la música, el vestuario y la coreografía, el Pesebre Viviente se convierte en un anuncio gozoso de lo bello que es ser discípulos de Jesús, Dios hecho hombre. El Papa insistió en que este testimonio alcanza a todos: jóvenes y ancianos, familias, personas que viven la alegría y otras que atraviesan el sufrimiento, quienes se sienten acompañados y quienes experimentan la soledad.

El belén, afirmó, habla también a aquellos que conservan vivo el deseo de amar y ser amados, así como a quienes, a pesar del cansancio y las dificultades, continúan trabajando con perseverancia para construir un mundo más justo y humano. En este sentido, León XIV animó a los artistas a difundir este mensaje y a mantener viva la tradición del pesebre, recordándoles que su labor es un verdadero regalo de luz para una sociedad que, hoy más que nunca, necesita motivos sólidos para no perder la esperanza.

La música y la Navidad: un lenguaje que une cielo y tierra

Durante la misma jornada, el Papa recibió también a los promotores y artistas del tradicional Concierto de Navidad en el Vaticano, que este año celebra su 33ª edición. Este evento, promovido por las Misiones Don Bosco y la Fundación Gravissimum Educationis, busca celebrar el nacimiento de Jesús a través de los lenguajes universales de la música y el espectáculo.

El Pontífice explicó que las melodías que se escuchan en esta ocasión nacen de contextos diversos, vinculados a historias, generaciones y sensibilidades distintas, pero que, al unirse, forman una armonía semejante a una constelación en el cielo nocturno: no solo un conjunto bello, sino también una guía para el camino.

Para León XIV, la música acompaña la vida cotidiana del ser humano, sus viajes, recuerdos, luchas y esperanzas. Es un “diario compartido” que conserva sentimientos como la nostalgia, el anhelo, la pérdida y el renacimiento, narrando la experiencia humana con sencillez y profundidad al mismo tiempo.

La vida cotidiana como lugar de encuentro con Dios

El Papa aprovechó la ocasión para recordar que la Navidad revela una elección decisiva de Dios: manifestarse no desde lo inaccesible, sino desde un hogar humilde y cercano a la experiencia humana. Dios, afirmó, no permanece distante, sino que entra en el corazón de nuestras pequeñas historias, mostrando que la vida cotidiana, tal como es, puede convertirse en un espacio privilegiado de encuentro con Él.

Esta convicción se refleja también en la finalidad solidaria del Concierto de Navidad de este año, que busca apoyar un proyecto misionero salesiano en el Congo, destinado a la construcción de una escuela para 350 niños. El Papa destacó que la belleza auténtica nunca se encierra en sí misma, sino que genera responsabilidad, compromiso y cuidado por los demás.



Finalmente, el Santo Padre invitó a vivir la Navidad como una verdadera peregrinación interior, deseando que la música se convierta en un “lugar del alma”, un espacio donde el corazón pueda expresarse, acercarse a Dios y dejarse transformar por su amor.