Cinco caminos hacia la paz: el Papa León XIV interpela a la diplomacia mundial desde la esperanza cristiana
16 de diciembre del 2025
En un contexto internacional marcado por conflictos prolongados, tensiones geopolíticas y una creciente desconfianza entre los pueblos, el Papa León XIV ha querido dirigir una palabra clara y exigente a quienes tienen la delicada responsabilidad de representar a sus naciones ante la comunidad internacional.
Con motivo del Jubileo de la Diplomacia Italiana, celebrado en el Vaticano, el Santo Padre recibió en el Aula Pablo VI a embajadores y diplomáticos, a quienes ofreció una profunda reflexión articulada en cinco claves fundamentales para quienes anhelan construir la paz y sostener la esperanza en un mundo herido.
Lejos de un discurso técnico o meramente protocolario, el Papa planteó una auténtica propuesta ética y espiritual para la diplomacia contemporánea, inspirada en el humanismo cristiano y en el ejemplo mismo de Jesucristo. Sus palabras resonaron como una llamada a recuperar la esencia del diálogo, la honestidad del lenguaje y la centralidad de la persona humana en toda acción política y diplomática.
“Quien persevera en el diálogo, con palabras verdaderas y corazones abiertos, nunca deja de esperar la paz.”
El diálogo que nace de la esperanza
La primera clave señalada por León XIV sitúa la esperanza en el corazón mismo de la misión diplomática. Para el Pontífice, la diplomacia auténtica no puede sostenerse sin una esperanza real y activa, capaz de confiar incluso cuando las circunstancias parecen cerradas al entendimiento.
El Papa explicó que sólo quien espera verdaderamente es capaz de perseverar en el diálogo, incluso en medio de tensiones, fracasos o conflictos enquistados. En este sentido, subrayó el valor simbólico de los pactos y tratados internacionales, que no son meros actos administrativos, sino gestos que expresan una cercanía de corazón —ad cor— entre las partes.
Cuando un acuerdo se reduce a un cálculo de intereses o a un equilibrio frágil entre rivales, pierde su alma. Por el contrario, cuando está sostenido por una esperanza sincera y por la búsqueda del bien común, se convierte en un verdadero instrumento de paz. Para León XIV, esta diferencia es la que distingue una diplomacia auténtica de una mera estrategia de poder.
Jesucristo, modelo de reconciliación entre los pueblos
En la segunda clave, el Papa invitó a los embajadores a contemplar el ejemplo de Jesucristo como referencia última para toda tarea de reconciliación. Recordó que la misión de Cristo es, en sí misma, un acto supremo de diálogo: el diálogo de Dios con la humanidad. Jesús, afirmó León XIV, habla en nombre del Padre con la fuerza del Espíritu Santo, y su vida entera es un testimonio de paz ofrecida incluso en medio del rechazo y la violencia.
Desde esta perspectiva, el Papa destacó que el diálogo no es una mera técnica de comunicación, sino una dimensión constitutiva de la condición humana, creada a imagen de un Dios que es comunión. Así, escuchar, hablar y comprender al otro no son simples habilidades diplomáticas, sino expresiones profundas de la vocación relacional del ser humano. Una diplomacia que se inspire en este modelo cristiano no busca imponerse, sino abrir caminos de encuentro duraderos.
Decir la verdad sin dobleces
La tercera clave propuesta por el Santo Padre se centra en la honestidad del lenguaje. León XIV subrayó que ser cristiano coherente y ciudadano íntegro implica utilizar un vocabulario capaz de nombrar la realidad tal como es, sin ambigüedades ni manipulaciones. En el ámbito diplomático, esta actitud adquiere una relevancia especial.
El Papa advirtió contra los discursos vacíos, las palabras calculadas para ocultar intenciones o las expresiones que, bajo una apariencia cordial, esconden distancias insalvables. Frente a ello, exhortó a cultivar un lenguaje que promueva la armonía entre las personas y los pueblos.
Para el Pontífice, el diálogo debe ser constantemente renovado, especialmente cuando se rompe. Esa tarea exige valentía moral y un compromiso firme con la verdad, incluso cuando resulta incómoda.
El silencio que escucha frente a la ofensa que hiere
En un mundo saturado de palabras, declaraciones incendiarias y confrontaciones verbales, León XIV ofreció una reflexión particularmente incisiva: lo contrario del diálogo no es el silencio, sino la ofensa.
El Papa explicó que el silencio, cuando es auténtico, abre espacios de escucha y permite acoger la voz del otro y la sabiduría de quienes nos precedieron. En cambio, la ofensa constituye una forma de violencia, una “guerra de palabras” alimentada por la mentira, la propaganda y la hipocresía.
Por ello, animó a los diplomáticos a comprometerse con un uso responsable del lenguaje público, cuidando no sólo la elegancia formal de los discursos, sino sobre todo su honestidad, prudencia y capacidad de desarmar los conflictos en lugar de avivarlos.
Elegir palabras que construyan la paz
La quinta y última clave del Papa León XIV pone el acento en la sobriedad y la responsabilidad del lenguaje. Afirmó que quien sabe realmente qué decir no necesita muchas palabras, sino las adecuadas. El Pontífice invitó a practicar un uso del lenguaje orientado al bien: palabras que construyan entendimiento, que corrijan sin humillar, que perdonen sin negar la verdad. En este contexto, lanzó una advertencia clara: quien se cansa del diálogo, termina cansándose también de esperar la paz.
La diplomacia, recordó, es un arte paciente, que exige perseverancia, discernimiento y una profunda confianza en que la palabra justa, pronunciada en el momento oportuno, puede abrir caminos que parecían cerrados.
Un eco profético que atraviesa las décadas
En la parte final de su discurso, León XIV evocó el histórico llamamiento de san Pablo VI ante la Asamblea General de las Naciones Unidas hace sesenta años, cuando clamó con fuerza: “¡Nunca jamás guerra!”. Para el actual Pontífice, ese mensaje conserva hoy una vigencia incontestable.
La paz, afirmó, no es una opción secundaria, sino un deber que une a toda la humanidad en la búsqueda de la justicia. Es la intención que acompaña la vida de Cristo desde la noche de Navidad hasta la Pascua, y es el bien último y definitivo que todos anhelan.
Concluyendo su intervención, el Papa animó a los embajadores a ser hombres y mujeres de diálogo, capaces de leer los signos de los tiempos desde el humanismo cristiano que ha marcado profundamente la cultura europea y que sigue ofreciendo claves válidas para el mundo contemporáneo.
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