Fe que no se apaga: el testimonio de los cristianos en Nigeria que florecen en medio de la persecución
15 de diciembre del 2025
En uno de los contextos más violentos y hostiles para el cristianismo en el mundo actual, la Iglesia en Nigeria no sólo resiste: crece, se renueva y evangeliza. Así lo afirma el sacerdote nigeriano P. Maurice Emelu, quien ha ofrecido un conmovedor testimonio sobre la resiliencia de los cristianos de su país frente a la persecución sistemática de grupos extremistas como Boko Haram.
Sus palabras, lejos de cualquier romanticismo del sufrimiento, revelan una fe profundamente encarnada, probada en el dolor y sostenida por una gracia que —como él mismo expresa— “se niega a rendirse”. En una reciente entrevista concedida a EWTN Alemania, el sacerdote describió una Iglesia que aprende a florecer en condiciones extremas, donde la vida cristiana se vive entre amenazas, ataques armados y pérdidas constantes, pero también con una esperanza que no se quiebra.
“En Nigeria, la fe no sobrevive a la persecución: florece en ella, convirtiéndose en un testimonio vivo de esperanza para toda la Iglesia.”
Una fe que crece en suelo árido
El P. Emelu utiliza una imagen poderosa para describir la realidad de los cristianos nigerianos: la fe que brota en tierra dura. No porque el sufrimiento sea buscado o idealizado, sino porque en medio de él muchos descubren a Cristo de una forma más radical y auténtica. En Nigeria —explica— la persecución tiene rostro, nombre y frecuencia cotidiana. Los asesinatos, los secuestros y los ataques a comunidades cristianas ocurren con tal regularidad que muchos ni siquiera alcanzan repercusión mediática. El dolor se acumula en silencio, sin titulares, en aldeas y parroquias que siguen reuniéndose para celebrar la Eucaristía aun sabiendo el riesgo que ello conlleva.
Y, sin embargo, en medio de ese escenario, los fieles caminan hacia la iglesia con valentía, desafiando amenazas reales. Para el sacerdote, estos creyentes son auténticos testigos del Cristo crucificado, hombres y mujeres que encarnan el Evangelio no desde la comodidad, sino desde la entrega.
Sacerdotes que permanecen en la tormenta
El clero y la vida consagrada en Nigeria viven bajo una presión extrema. Las noches sin dormir, las amenazas constantes y la atención pastoral de comunidades desbordadas forman parte de su día a día. El P. Emelu identifica cuatro virtudes imprescindibles para ejercer el ministerio en este contexto: una profunda resiliencia interior, humildad en la presencia, integridad inquebrantable y un “amor contagioso” capaz de sostener a los demás incluso cuando el propio ánimo flaquea.
“Un sacerdote nigeriano —afirma— debe aprender a permanecer en la tormenta y aun así hablar de paz”. No se trata de negar la violencia, sino de no permitir que el odio tenga la última palabra. En este sentido, su testimonio recuerda que la misión sacerdotal, en contextos de persecución, se convierte en una forma cotidiana de martirio vivido.
La Iglesia universal, llamada a acompañar
El sacerdote subraya que las necesidades de los cristianos en Nigeria superan ampliamente los recursos disponibles. Aunque existen organizaciones que ya prestan ayuda, la magnitud de la crisis exige un compromiso mayor de la Iglesia universal. Ese apoyo —explica— no debe limitarse a lo económico, aunque éste sea urgente para reconstruir hogares, iglesias y escuelas destruidas. También es esencial el acompañamiento espiritual, la formación continua, el apoyo en salud mental y, algo que considera clave, el simple reconocimiento. “A veces —dice— el mayor apoyo es ser vistos, realmente vistos, por los sacrificios que hacemos”.
En particular, los jóvenes representan uno de los grandes tesoros de la Iglesia nigeriana. Su fe es vibrante, pero su vida cotidiana está marcada por la lucha por la supervivencia. Para ellos, la Iglesia debe ofrecer una formación integral: arraigo profundo en Cristo, pero también herramientas para discernir éticamente en un mundo complejo, incluyendo el ámbito digital y las nuevas tecnologías.
Eucaristía, María y perdón: fuerzas que transforman
En este contexto frágil, el P. Emelu destaca el poder de la espiritualidad católica vivida con radicalidad. La Eucaristía, la devoción mariana y el perdón no son, en sus palabras, virtudes débiles o sentimentales, sino auténticas fuerzas transformadoras. La Eucaristía enseña que la comunión es más fuerte que el conflicto. María muestra cómo permanecer al pie de la Cruz sin permitir que el resentimiento eche raíces. Y el perdón —subraya— no es ingenuidad, sino valentía espiritual: protege el corazón sin renunciar a la verdad.
Esta vivencia concreta del Evangelio explica por qué, a pesar de la violencia, la Iglesia en Nigeria sigue siendo un motor misionero para el mundo. Miles de sacerdotes nigerianos sirven hoy en parroquias de distintos continentes, llevando consigo una fe probada en el crisol del sufrimiento.
Nigeria, un catecismo vivo para la Iglesia
Para el P. Emelu, Nigeria ofrece a la Iglesia universal tres grandes dones: la capacidad de sufrir sin perder la fe, la alegría en medio del dolor y un ardor misionero contagioso. Su experiencia le ha enseñado que la esperanza no es una idea abstracta, sino algo tangible: un plato compartido, una palabra de consuelo, un gesto de solidaridad.
La santidad —afirma— se esconde muchas veces en lo ordinario, en la fidelidad diaria de quienes siguen creyendo cuando todo invita a desistir. Por eso define la resiliencia de su pueblo como un catecismo vivo, escrito no con palabras, sino con vidas entregadas.
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