León XIV llama a redescubrir la belleza interior de la Iglesia más allá de los prejuicios: ‘Cristo muerto y resucitado es el verdadero santuario de Dios
10 de noviembre del 2025
Con palabras llenas de profundidad teológica y cercanía pastoral, el Papa León XIV presidió este domingo el rezo del Ángelus desde el Palacio Apostólico, invitando a los fieles a mirar a la Iglesia con una fe renovada y libre de prejuicios. En la Solemnidad de la Dedicación de la Basílica de San Juan de Letrán —la catedral del Papa y madre de todas las iglesias—, el Pontífice recordó que “el verdadero santuario de Dios no son las piedras ni los muros, sino Cristo muerto y resucitado”, llamando a los cristianos a convertirse en “piedras vivas” de ese edificio espiritual que es la Iglesia.
“La Iglesia no es un edificio de piedra, sino un misterio de comunión viva: Cristo muerto y resucitado es su verdadero santuario”.
Una mirada de fe frente a los prejuicios del mundo
Ante una multitud reunida en la Plaza de San Pedro, León XIV reflexionó sobre la necesidad de contemplar el misterio de la Iglesia más allá de sus imperfecciones visibles. “Con frecuencia, las debilidades y los errores de los cristianos, junto con tantos estereotipos y prejuicios, nos impiden comprender la riqueza del misterio de la Iglesia”, afirmó el Papa, señalando que solo una mirada espiritual permite descubrir la verdadera belleza del Cuerpo de Cristo.
El Santo Padre subrayó que la Iglesia de Roma, como madre y guía de la fe, tiene la misión de custodiar el camino de los creyentes en todo el mundo. “Debemos orientar nuestros corazones a esta mirada espiritual”, insistió, recordando que la Iglesia no es una institución humana cualquiera, sino el signo visible de una comunión que nace de la unión con Cristo.
Con esta llamada a redescubrir la fe desde el corazón, León XIV alertó también contra las visiones reduccionistas que presentan a la Iglesia como una mera estructura. “Verla solo como un edificio, como un lugar físico, sería quedarnos en la superficie”, explicó. “La Iglesia es, ante todo, una realidad viva, un misterio de comunión, una casa donde Dios habita en medio de su pueblo”.
Cristo, el verdadero templo donde habita Dios
Durante su mensaje, el Papa se detuvo especialmente en el Evangelio de San Juan, en el que Jesús se refiere a sí mismo como el verdadero Templo. “El auténtico santuario de Dios es Cristo muerto y resucitado. Él es el único mediador, el único Redentor, la puerta abierta que nos conduce al Padre”, proclamó con fuerza.
El Pontífice explicó que la unión con Cristo transforma la vida de los creyentes y los convierte en parte activa del misterio de la Iglesia: “Unidos a Él, también nosotros somos piedras vivas de este edificio espiritual. Somos su cuerpo, sus miembros, llamados a difundir el Evangelio de la misericordia, el consuelo y la paz por todo el mundo”.
León XIV recordó que la fe no se limita a la participación en los sacramentos o a la pertenencia institucional, sino que exige una adoración que se manifieste “en el testimonio de vida, en la caridad y en la búsqueda de la santidad cotidiana”. La Iglesia, añadió, encuentra su belleza no en los ornamentos materiales, sino “en la santidad que brota del amor de Cristo, que se hace presente incluso en nuestras fragilidades”.
Una Iglesia santa por gracia, no por mérito
En su reflexión, el Papa citó las palabras de Benedicto XVI para subrayar que “la santidad de la Iglesia no depende del mérito humano, sino del don del Señor”. Dios —dijo evocando al Papa emérito— “elige una y otra vez las manos sucias del hombre como recipiente de su presencia”, una expresión que arrancó aplausos y asentimientos entre los fieles congregados.
El Santo Padre quiso también resaltar el valor espiritual de la Basílica de San Juan de Letrán, cuya belleza y antigüedad son símbolo de una fe viva transmitida a lo largo de los siglos. “Entre sus muros se alzan las doce grandes estatuas de los apóstoles, testigos de Cristo y columnas de la Iglesia”, recordó. Pero, añadió, su verdadero esplendor está “en la fe confiada que ha atravesado generaciones y sigue siendo la fuerza motriz de la Iglesia universal”.
Antes de impartir la bendición final, León XIV invitó a los fieles a caminar con alegría como parte del pueblo elegido: “Caminemos con la alegría de ser el Pueblo santo de Dios”, exhortó. Y, como es habitual, encomendó a todos a la intercesión de la Virgen: “Invoquemos a María, Madre de la Iglesia, para que nos ayude a acoger a Cristo en nuestras vidas y nos acompañe en nuestro camino de fe”.
La celebración concluyó con el rezo del Ángelus desde el Palacio Apostólico, tras la Misa celebrada en la Basílica de San Juan de Letrán, la catedral del Obispo de Roma y la primera iglesia construida en el mundo. Con su mensaje, León XIV volvió a recordarle al mundo que, por encima de los juicios humanos y los prejuicios del tiempo, la Iglesia sigue siendo el signo vivo de la presencia de Dios entre los hombres.
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